Por el cambio o por
Félix
Enrique Vargas Peña
En una democracia verdadera el voto se usa para castigar al mal
gobierno y alentar la esperanza. Si el Paraguay fuera una democracia verdadera, Félix
Argaña no tendría chance de ganar en las elecciones internas que realiza su partido, la
Asociación Nacional Republicana, porque representa al peor gobierno que ha sufrido el
país en los últimos sesenta años.
Todas las encuestas, uniformemente, indican que la gente cree que el
régimen que Félix Argaña defiende y apoya es una catástrofe nacional.
Consecuentemente, si el Paraguay fuera una democracia verdadera, ahora
los colorados votarían castigando al gobierno, contra Félix Argaña. Pero nuestro país
no es ya una democracia verdadera. Las elecciones internas que se realizan en el partido
Colorado, se hacen en condiciones comparables a las que existían en los tiempos de
Alfredo Stroessner.
Las autoridades electorales de la ANR fueron nominadas, todas, en una
cuestionada convención, a indicación expresa y directa de Luís María Argaña, padre de
Félix, cuyas ordenes se siguieron como una especie de homenaje póstumo, pues había
muerto poco tiempo antes.
Por si esa providencia fuera insuficiente, el Superior Tribunal de
Justicia Electoral, que hubiera podido corregir los abusos de tan parcial conformación,
fue desintegrado por la fuerza en abril de 1999, para instalar en él a dos magistrados
surgidos de los grupos que ahora favorecen también a Félix Argaña: Rafael Dendia y Juan
Manuel Morales.
El tercer miembro, Alberto Ramírez Zambonini, del Partido Liberal
Radical Auténtico, militó siempre en la corriente de opinión liderada por Domingo
Laíno, quien ahora también apoya al argañismo.
A esto se agrega que la ANR sufre un gobierno de facto, dominado por
los cómplices de Argaña, capaz de romper, como lo demuestra su permanencia anti
estatutaria en el poder partidario, cualquier regla, norma o tradición con tal de
prevalecer.
Por si lo anterior fuera poco, la opinión pública pudo conocer en el
curso de estas semanas muchas denuncias de uso de los bienes públicos, que son de todos
los paraguayos, para beneficio de la campaña de Félix.
Además, la policía hostigó, "por orden superior" cualquier
intento de organización del movimiento mayoritario del partido Colorado.
Estas condiciones impiden que el descontento popular se canalice a
través de las elecciones y hacían poco recomendable la participación de los colorados
en esta interna, a pesar de lo cual Diógenes Martínez y Enrique Riera se han prestado al
juego preparado para la legitimación de la dictadura.
Los jerarcas argañistas pretenderán ahora dar credibilidad a la
elección, con el objeto de incorporar después a la campaña vicepresidencial de Félix a
Riera y a Martínez, otorgándoles el márgen de votos que los disuada de cuestionar la
validez del acto.
Las presentes elecciones coloradas dificilmente servirán más que para
consagrar, independientemente del sentir verdadero del electorado, al candidato oficial de
la dictadura, exactamente como se consagraba quinquenalmente a Stroessner o como los
regímenes cuasi monárquicos de Irak y Siria consagrarón las pasadas semanas a los hijos
de los dépotas que allí gobiernan.