Un
gran sector de la opinión pública considera que, de realizarse,
las elecciones del 13 de agosto permitirán a la sociedad paraguaya
votar una vez más por el cambio, como hizo el 10 de mayo de 1998.
Dicho sector se equivoca, de medio a medio, por una razón
simple y poderosa: la administración de justicia electoral del
Paraguay no permitirá que el mandato que el país otorgue el 13 de
agosto vea la luz.
La Justicia Electoral paraguaya, que había desempeñado un
papel clave en permitir que la voluntad del pueblo se manifieste y
sea respetada en el proceso que culminó aquel 10 de mayo del 98,
resistiendo los intentos de Wasmosy de impedir las elecciones y de
torcer por vía judicial su resultado para beneficio de su aliado
Domingo Laíno, esa Justicia Electoral fue derrocada, demolida,
reemplazada.
Los jueces electorales que garantizaron la realización de
las elecciones más limpias de la historia paraguaya fueron
despedidos y el Dr. Carlos Mojoli, uno de ellos, ha sido incluso
condenado a tres años de prisión.
Así castiga la oligarquía a quienes le desafían.
En lugar de aquellos magistrados, están un delegado de Laíno,
el Dr. Ramírez Zambonini, un delegado de Wasmosy, el Dr. Morales, y
un delegado de Caballero Vargas, el Dr. Déndia.
El delegado de Laíno actuará ahora seguramente en defensa
de los intereses de la familia Argaña, con quien el ex candidato
presidencial está ahora colaborando.
Esta nueva administración de la justicia electoral
paraguaya ya ha mostrado su fibra con algunos hechos. Ha convalidado
la usurpación escandalosamente clara que sufre el partido Colorado,
admitiendo la prórroga, antiestatutaria, ilegal y
anticonstitucional del periodo de administración de sus
autoridades; ha otorgado a determinados jueces potestades y
funciones que, según la ley, corresponden a otros; ha guardado un
pudoroso silencio ante la cargada de votos en la pasada interna de
la Asociación Nacional Republicana.
Tampoco hay que olvidar su complicidad con el operativo que
ha privado al pueblo paraguayo del derecho de elegir presidente de
la República.
El 13 de agosto el régimen dictatorial que preside el
senador Luis Ángel González Macchi corre el riesgo de sufrir una
derrota apabullante, que puede manifestarse de dos maneras
distintas: puede haber una abstención récord y puede haber un
triunfo holgado de Yoyito Franco, quien seguramente no desea tampoco
convertirse en el instrumento del cambio que el país reclama.
La nueva administración de la justicia electoral
paraguaya, por tanto, necesita solamente evitar que se sepa el nivel
de abstención real y evitar que un eventual triunfo de Yoyito
Franco sea demasiado contundente. Ni siquiera necesita impedir ese
triunfo, sino evitar que pueda leerse en él un repudio del pueblo
hacia el régimen.
Y eso hará con la impunidad que otorga la reciente
experiencia electoral peruana, en la que América entera condenó al
pueblo peruano a aguantarse el bochornoso fraude con el que Fujimori
se perpetuó en el poder.
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