Carlos Filizzola, quien anda buscando volver a ser Intendente
de
Asunción, y Martín Burt convirtieron al centro histórico
de la ciudad en un gran prostíbulo en el que a partir de la media
tarde es peligroso andar porque está lleno de meretrices,
proxenetas, vagos, pillos y matones.
Los lupanares del centro histórico, ubicados principalmente
en la zona de
las calles Colón, Oliva y Estrella, gozan de trato preferente del
Municipio, pues son sitios que operan impunemente en la
informalidad.
Esto significa que no pagan las escandalosamente altas
contribuciones que se exigen a los vecinos normales del barrio,
cuyos impuestos y tasas sirven, en consecuencia, para sostener a
quienes están destruyendo su entorno
de vida y sus negocios.
Ese es el aporte real de Filizzola y Burt a la cultura:
privilegiar a los informales, castigar a los formales y degradar el
centro histórico.
¿No será que alguno de los que financiaron las campañas
políticas de Filizzola y Burt tienen ambiciones inmobiliarias en el
centro histórico por lo que lo están destruyendo a propósito para
hacer bajar los precios?
Cualquiera que se anime a hablar con las mujeres que se
venden en el centro histórico puede escuchar, además, que ellas
están tranquilas porque cuentan con protección de altas esferas.
Y si cualquiera que lo pregunte puede escuchar eso, es muy
extraño que no lo hayan oído los inspectores municipales que están
obligados a servir a quienes pagan las contribuciones de las que
vive el Municipio.
Sin embargo, no solamente esos inspectores hacen la vista
gorda ante los
prostíbulos, sino que cada vez que pueden atosigan con lo que
encuentran a su
mano a los contribuyentes.
¿Está protegiendo el negociado de alguien el Intendente
Burt cuando tolera esta informalidad en la prostitución?
Pues si su actitud sobre el asunto no es deliberada, entonces
es un incompetente que debe ser rápidamente despedido del cargo por
ejercerlo tan negligentemente.
Gracias a Filizzola y Burt el centro histórico se ha
convertido en una pesadilla surrealista en la que la gente decente
debe trabajar para que las mafias de la prostitución cuenten
gratuitamente con los servicios que (malamente) presta el Municipio.
Quienes se dedican a vender su cuerpo tienen, desde luego,
todo el derecho del mundo a hacerlo, pero la gente que paga sus
impuestos, sus tasas, sus contribuciones, tiene derecho a que las
autoridades garanticen por lo menos seguridad, orden, limpieza y
respeto al medio ambiente.
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