Los
afiliados al partido Colorado (Asociación Nacional Republicana,
ANR) eligen este domingo a los miembros de su autoridad ejecutiva máxima,
la Junta de Gobierno; a los de las autoridades partidarias locales,
las Juntas Seccionales; a los miembros de la Convención partidaria;
a los candidatos del partido para las Intendencias municipales y a
los legislativos municipales, las Juntas.
Son unas verdaderas megaelecciones y con ellas, si todo
sale bien, el partido Colorado habrá superado la negra página de
su historia que representó el golpe de Estado del 28 de marzo de
1999 que no solamente derrocó a un gobierno constitucional, sino
que secuestró a la ANR prorrogando inconstitucional e ilegalmente
los mandatos de sus autoridades del momento.
Desde 1947 está perfectamente claro para todos los actores
de la vida política paraguaya que la democracia del país depende
absolutamente de la democracia interna del partido Colorado.
Cuando la ANR se cierra, se cierra el país y cuando ella se
abre, la libertad paraguaya florece.
Estas elecciones en particular tienen una importancia
especial porque, de no ocurrir lo que habitualmente ha estado
sucediendo (fraude electoral o desconocimiento de resultados) ellas
implican un paso firme hacia la restauración del Estado de Derecho
en el Paraguay.
Es dudoso que los poderes fácticos que secuestraron al
partido Colorado en marzo de 1999 permitan ahora que la situación
cambie, sin más ni más. Por lo menos sería un hecho muy curioso.
Estados Unidos, Brasil, la Iglesia Católica y la coalición entre
Juan Carlos Wasmosy y Guillermo Caballero Vargas difícilmente
puedan tolerar un funcionamiento soberano de la ANR.
De hecho, la apuesta principal de estos sectores, aunque no
la única, es el triunfo (por vía electoral) de Nicanor Duarte
Frutos, que reconstruiría una fachada legitimada a la autocracia
gobernante.
Pero si esa vía no les resulta y ocurre que el oviedismo
(Carlos Galeano Perrone) obtiene una presencia importante en el
partido, es muy probable que ensayen de nuevo el método que usaron
para derrocar a Raúl Cubas Grau.
Si el oviedismo logra al menos un cuarto de los votos y los
puestos en disputa, el régimen inaugurado el 28 de marzo del 99
estará obligado a abrirse definitivamente y caer (es un sistema
autoritario que no puede sobrevivir a la aparición de una verdadera
oposición) o a asumir plenamente lo que es y ver, como hizo
Fujimori, si perdura por la fuerza.
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