La
rebelión, la resistencia abierta a una autoridad determinada, no
necesariamente es armada ni discurre por vías ilegales. La
rebelión puede ejercitarse a través del voto y, en términos históricos,
la democracia moderna ha permitido canalizar la rebelión así, a
través del voto, la resistencia del pueblo a los malos gobiernos.
El
13 de agosto próximo los paraguayos tendremos oportunidad de
rebelarnos contra el régimen que nos empobrece y que restringe
nuestros derechos: votando masivamente contra Félix Argaña y a
favor del cambio.
El
propio dictador Luis Ángel González Macchi ha dicho que esta
elección será un plebiscito sobre su régimen. Tomémosle la
palabra, plebiscitemos al régimen. Los que están de acuerdo con el
gobierno deben votar por Félix. Los que estamos en desacuerdo,
debemos votar por el cambio.
Aunque
yo no abrigo expectativa alguna sobre la coherencia de González
Macchi, desafiémosle a que lleve su razonamiento sobre el
plebiscito hasta las últimas consecuencias y que si Félix pierde
la elección, tome nota de que su gobierno es el que ha sido
repudiado por el pueblo paraguayo.
Un
demócrata cualquiera, en tales circunstancias, renunciaría
inmediatamente. Incluso un autoritario medianamente decente, como
era por ejemplo Alfonso XIII de España, renunciaría.
Pero
González Macchi no es demócrata. Todo lo que dice es palabrerío
hueco, destinado a engañar al pueblo, como las fuerzas políticas
de las que es mandatario vienen haciendo desde setiembre de 1997.
Sin
embargo, la rebelión expresada en votos tendrá efectos aún cuando
González Macchi se pegue a la silla presidencial con La
Gotita de Poxipol. Todos podremos ver qué muchos somos los que
estamos de acuerdo con que debe terminar este régimen corrupto
inaugurado en marzo de 1999.
Esto lo sabe el régimen tan bien como cualquiera de los
ciudadanos que se apresta a expresar en las urnas, el 13 de agosto,
su descontento y su protesta y por eso ha instalado a sus
incondicionales en la administración de justicia electoral.
Alberto Ramírez Zambonini, Juan Manuel Morales y Rafael
Dendia, sus titulares, tienen la tarea, que ya ha recibido el aval
de la Organización de Estados Americanos y del gobierno
norteamericano, de evitar que la elección del 13 de agosto pueda
ser leída como un repudio a la dictadura.
Pero esta trama urdida para distorsionar una vez más la
voluntad del pueblo paraguayo no debe desalentarnos. Al contrario:
cuantos más ciudadanos resuelvan castigar al régimen votando por
el cambio, más difícil será para los empleados de la dictadura
disfrazar la repulsa popular.
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