Los
publicistas al servicio del régimen de marzo han hecho cuestión,
en estos días, con motivo de su disputa con el director del diario
ABC Color, de que ellos tienen derecho a trabajar para el gobierno
como cualquier abogado lo tiene a defender a un criminal sin que eso
perjudique su imagen.
Joseph Goebbels, publicista del régimen nacionalsocialista
alemán, podría alegar, según esta lógica, que el suyo fue un
trabajo estrictamente profesional con respecto a Adolfo Hitler.
Goebbels era un excelente profesional. Lo que se dice un
verdadero genio de la propaganda política. En tal carácter,
convirtió la persecución de los judíos, el horror de los hornos
crematorios, la abolición de la democracia y demás elementos que
hacían del régimen una verdadera pesadilla en la defensa de la
cultura occidental.
Lo hizo de manera tan eficiente que hasta hoy hay quien
afirma, sin saber que usa los argumentos ideados por Goebbels, que
la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial fue una
verdadera derrota del mundo occidental.
Las dictaduras latinoamericanas de la segunda mitad del siglo
XX usaron, todas, los argumentos de Goebbels para sostener la
abolición de la democracia frente al comunismo.
Hoy, a nadie se le ocurriría reivindicar abiertamente la
carrera de Goebbels y, menos aún, su ética. ¿Qué ética
podía argüir un hombre que defendía crímenes como los que cometió
el hitlerismo?
Los publicistas del régimen de marzo trabajan específicamente
en disfrazar su carácter autoritario, en relativizar sus crímenes,
en minimizar sus horrores. Ellos los conocen y los ocultan.
¿De qué ética hablan?
Ellos no están trabajando para mejorar la comunicación del
gobierno, sino para hacer creer que el gobierno es una cosa distinta
a lo que en realidad es.
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