Pasado
algún tiempo desde los hechos del 18 y 19 de mayo de 2000, es
posible realizar un balance más completo de lo ocurrido y ensayar
algunas hipótesis para comprenderlo.
El
resultado más significativo de los sucesos en cuestión es la
desarticulación de la oposición al régimen.
La
mayoría de la población paraguaya, perjudicada por los desastrosos
resultados económicos y sociales de la coalición organizada por
Juan Carlos Wasmosy (argañistas, liberales, encuentristas y
asalariados), estaba empezando a perder el miedo y a tomar
conciencia de su propia fuerza cuando se produjo la intentona del 18
y 19 de mayo.
La
intentona permitió a dicha coalición destruir la creciente
resistencia ciudadana y volver a imponer sobre el país la
conformidad por el miedo.
La
segunda consecuencia de los hechos es el golpe decisivo que el régimen
asestó a la prensa crítica, con el silenciamiento de Radio Asunción,
Radio Nanawa y Radio Ybytyruzú. A partir del 19 de mayo, la población
tiene acceso solamente a uno o dos programas periodísticos
independientes en medio de la más absoluta uniformidad oficialista.
El
alcance de los diarios es más limitado que el de las radios, pero
el plan de la coalición wasmosista es también domesticar los
restos de independencia que quedan y el caso de Hugo Ruíz Olazar es
prueba de ello.
El
tercer resultado de los sucesos del 18 y 19 de mayo es el
desplazamiento del eje aglutinador de las Fuerzas Armadas paraguayas
desde la Caballería hacia nuevas unidades que están organizando
los norteamericanos.
Esto
nada tiene que ver con el traslado de la Caballería, con el que yo,
al menos, estoy de acuerdo, sino con su desmantelamiento fáctico.
Al ser desmantelada de hecho la Caballería, las Fuerzas Armadas
paraguayas pasarán a desplegarse en torno a un proyecto militar
basado en la lucha anti drogas u otras ideas del sr. Clinton, en vez
de hacerlo en torno a las necesidades militares tradicionalmente
definidas por nosotros mismos.
Hay
más consecuencias, pero las tres anteriores bastan y sobran para
hacer notar que si la intentona del 18 y 19 de mayo no se producía,
el régimen hubiera tenido que inventarla.
De
hecho, los brasileños están proporcionando alguna información que
induce a pensar que en la coalición de Wasmosy hay ajedrecistas de
primerísimo nivel.
Los
resultados no hubieran podido lograrse mejor o más acabadamente de
otra manera y, realmente, el régimen puede estar agradecido de su
suerte.
El
general Oviedo, acusado como siempre de los hechos del 18 y 19 de
mayo, los condenó en los términos más enérgicos, causando el
disgusto de algunos ocasionales aliados suyos que, sin embargo, se
disculpan a sí mismos haber tirado por la borda toda la lucha por
la reconquista de nuestra soberanía perdida.
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