Entre
1939 y 1945 murieron cientos de miles de soldados alemanes. La mayoría
de ellos cayó luchando heroicamente. Su heroísmo, sin embargo, no
estaba dedicado a una causa justa aun cuando su entrega personal
pueda ser digna de ser recordada.
La
muerte de una persona, o muchas, en circunstancias heroicas o dignas
no garantiza la justicia de su causa.
Esos valientes alemanes, por ejemplo, murieron defendiendo
los campos de exterminio de judíos, la segregación racial y la
abolición de la democracia.
Aquí en Paraguay, los publicistas al servicio de los que
mandan malgastan el dinero de los anunciantes en medios de escasa
aceptación que trabajan en presentar el asesinato de los jóvenes
que murieron en la plaza del
Congreso
el 26 de marzo de 1999 como prueba suficiente de la justicia de la
causa por la que estaban allí.
Sin embargo, ese crimen no prueba que los caídos estuvieran
dispuestos a respetar la voluntad del pueblo paraguayo expresada el
10 de mayo de 1998 ni prueba que el proyecto que apoyaron hasta
morir fuera democrático, como quieren hacer creer la Asociación de
Empresarios Cristianos y demás aliados de Juan Carlos Wasmosy y de
Guillermo Caballero Vargas.
De hecho, la sangre derramada en marzo del 99 sirve de
cimiento a un régimen que mata, tortura, reprime, restringe
derechos y roba, lo que finalmente ha tenido que ser reconocido por
Estados Unidos y por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos.
¿De qué ética hablan los profesionales que ponen su
ciencia al servicio de quienes cometen esas fechorías?
Como lo han demostrado las publicaciones de La Nación, la
investigación del crimen del 26 de marzo de 1999 está muy lejos de
haber probado en cuál de esos bandos estaba la voluntad de usar la
muerte de los inocentes en provecho propio.
La intención de seguir instrumentando las muertes de marzo
es ocultar lo evidente: que con el golpe del 99 empeoró nuestra
vida institucional, que aseguró impunidad y negocios para algunos y
que el daño que está causando al Paraguay es simplemente tremendo.
Los beneficiarios de marzo han estado tapando con los muertos
de marzo su prolongada resistencia a respetar la voluntad del pueblo
y el inevitable desastre consecuente, pero como todo el país va
sintiendo que no se come, ni se estudia, ni se cura con esa
propaganda, sería mejor que los publicistas del régimen dejen de
aprovecharse de los caídos de la plaza.
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