En
su último discurso a los norteamericanos, el presidente Dwight
Eisenhower les advirtió de la existencia de un complejo
militar-industrial que había acumulado tanto poder que estaba en
posición de afectar decisivamente elementos fundamentales de la
democracia en Estados Unidos.
Se refería a una organización oligopólica que reemplazaba
al pueblo norteamericano en la elaboración de políticas que
afectaban al pueblo norteamericano.
A estas alturas, cuarenta años después, sabemos que ese
complejo militar-industrial no ha desaparecido y que, aunque
duramente golpeado por la Guerra de Vietnam, continúa amenazante
entre los norteamericanos.
Las formaciones oligopólicas con ambiciones políticas no
son patrimonio exclusivo de Estados Unidos. En realidad, Estados
Unidos es el país donde mejor se ha logrado combatir o limitar a
estas formaciones.
Ellas aparecen en todos los países porque son un fenómeno
consustancial con el desarrollo capitalista, que tiende a la
concentración de la riqueza y que no debe confundirse con la economía
de mercado que se basa en la preservación de la libre competencia.
Toman diversas formas, según la orientación de la economía
de cada país, pero en todos mantienen las características que los
definen: organización oligopólica con ambiciones políticas.
Las ambiciones políticas son parte de la naturaleza de los
monopolios y los oligopolios desde que la captación de riquezas se
convierte, en un momento de su crecimiento, en una cuestión de
protección o promoción estatal.
En Paraguay está operando, como se ha señalado ya en
numerosas ocasiones anteriores, una organización de este tipo, y lo
hace con un éxito y un alcance mucho mayores que los que pudiera
tener algo semejante en Estados Unidos debido a que la sociedad no
ha logrado establecer sistemas equivalentes a los que poseen los
norteamericanos para limitar, o al menos vigilar, la actuación del
oligopolio.
Se trata del complejo publicitario-empresarial,
integrado por los contratistas del Estado, los empresarios
financieros y las principales agencias de publicidad, agrupados en
el Centro de Regulación, Normas y Estudios de la Comunicación
(Cerneco) y en la Asociación de Empresarios Cristianos (Adec).
Este
complejo publicitario-empresarial está en posición de
influir incluso en las líneas editoriales de los medios de
comunicación, de todos ellos, así como de impulsar el uso del
poder coercitivo del Estado para el logro de alguno de sus fines.
La
denunciada relación entre fiscales públicos y los grupos Bo y
Wasmosy es una muestra significativa de esto último.
La
sociedad civil del Paraguay está completamente indefensa ante este
oligopolio, a pesar de que el mismo ya la ha despojado del derecho a
elegir gobernantes.
Eisenhower
no se sorprendería de que esto haya sucedido.
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