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LOS SHIPIBOS EN LA RIBERA

José O. Cabanillas

"Somos un pueblo indígena que ha sufrido siempre muchas agresiones", me comentó Luis Pangosa, un líder indígena shipibo que colabora conmigo como guía en mi viaje por la amazonía peruana. El bote con motor fuera de borda en el que viajamos se desliza rápidamente por el extenso río Ucayali mientras a los bordes se observa aún una tupida vegetación, algunas poblaciones de mestizos poco más próximos a Pucallpa que van quedando atrás y poblaciones indígenas que están asentadas río arriba. Es curiosa la forma de distribución de estas poblaciones a lo largo del río y en las quebradas. "Mientras que en la orilla del Ucayali siempre hay shipibos", dice Pangosa, "en las quebradas hay siempre ashaninkas". Estas últimas poblaciones fueron afectadas duramente por la violencia política que afectó la zona durante más de una década, pero también por otro tipo de violencias más sofisticadas.

Los shipibos son un pueblo mayoritariamente joven del cual el 48,7% tiene aún menos de 15 años. Sin embargo, esta población representaba en 1993 sólo el 8,4% del total de pueblos étnicos en todo Perú. Una cifra poco significativa si tomamos en cuenta al resto de población indígena nacional. ¿Qué es lo que hizo que una cultura tan antigua tenga espectativas de vida tan escasas? Uno de los factores que puede explicar esta situación es la intensa migración en los últimos años y las enfermedades adquiridas por las fuertes presiones externas del mundo moderno, durante la expansión del caucho a través de la modalidad de trabajo por enganche, así como en la intensa deforestación de las últimas décadas, situación que convertirá una vez más a una región amazónica en poco menos que una región totalmente erosionada.

¿Promotores de salud o de nuevas enfermedades?

La salud es entendida por los shipibos como un estado de equilibrio entre cuerpo y alma que al verse alterado produce la enfermedad. Ante esta situación sólo el chamán o médico indígena vegetalista está en capacidad dentro de la comunidad de ejercer dominio sobre estos malos espíritus con el propósito de restablecer el equilibrio perdido. El ayahuaska y las plantas medicinales cumplen aquí una función importante en la tarea. Las medicinas modernas son costosas para los nativos y de difícil acceso tomando en cuenta sus particulares condiciones de vida, en comunidades alejadas y con economías de autoconsumo. Sin embargo, algunos proyectos de salud en la región continúan insistiendo en el fracaso, promoviendo la dependencia siempre asistencialista a este tipo de estrategias. Pero las comunidades nativas son mucho más inteligentes que los proyectos. Aceptan la oferta, por lo exótico, en la medida que puedan beneficiarse momentáneamente de ella. El problema central, sin embargo, radica en que este tipo de estrategias contribuyen a que el uso ancestral de las plantas medicinales (cultural y económicamente sostenible) sea cada vez menos frecuente en la población indígena, con lo cual estos proyectos hacen todo lo contrario del objetivo inicial para el que fueron creados: pasan de promover la salud a promover nuevas enfermedades.

La diaria supervivencia

Desde muy temprano en la mañana, en el puerto fluvial de Pucallpa, puede observase el movimiento intenso de rematistas a la búsqueda de algún nativo que atraque su bote en la orilla para ofertar sus productos. Pobladores y grupos de familias de diferentes comunidades nativas y caseríos mestizos ribereños trasladan sus productos hasta allí en peques y canoas para ser vendidos o bien cambiados por productos de primera necesidad. En la mayoría de los casos, sin embargo, son los mismos rematistas quienes establecen los precios muy por debajo del costo real del producto ocasionando de esta manera pérdidas de ganancia a los nativos. No hay un circuito de comercialización que garantice buenos precios y el intercambio de productos por caspiruchos, fideos, telas y productos manufacturados es muchas veces la única relación posible de intercambio comercial entre ellos.

No existe en los nativos una idea de planificación y programación de las actividades agrícolas orientadas a satisfacer la demanda del mercado. Cualquier estrategia planteada en este sentido entraría en conflicto rápidamente con la costumbre ancestral indígena de producir cultivos perennes que satisfagan principalmente el consumo familiar. Sin embargo, esta situación entra en conflicto con la globalización de un mercado de consumo cada vez más agresivo que presiona sobre los indígenas apoyado, paradójicamente, en algunas estrategias de desarrollo incompatibles con la realidad de esos pueblos que hacen todavía insuperable la posibilidad de mejorar la calidad de vida de esta población.

La modernidad al ataque

Muchos siglos después nada parece haber cambiado en la región. Los indígenas siguen siendo al final de la historia las mismas víctimas de siempre, primero de la penetración constante de soldados y misioneros españoles durante los siglos XVII y XVIII; después de la explotación del caucho que no sólo introdujo nuevas enfermedades que diezmaron a la población, sino que además hizo pocos ricos y muchísimos pobres hasta liquidar por completo el recurso natural en la zona; finalmente de la deforestación intensiva de las últimas décadas al punto que muchas de las especies forestales, antiguamente líderes en la región, son ahora prácticamente inexistentes.

Los proyectos de desarrollo tienen también su parte, por el prejuicio de ver el campo desde un escritorio. No hay un contacto real con las poblaciones directamente involucradas. En la mayoría de los casos sus esquemas son rígidos y conservadores pues no aceptan lo que no se inscribe en su cuadrícula. Mientras continúen insistiendo en ello tienen garantizado el fracaso por muchos años. Mientras tanto los nativos, principales protagonistas de esta historia, continuarán resistiendo los nuevos y sofisticados ataques, pero a la vez reproduciendo creativamente su cultura la misma que les ha permitido sobrevivir durante muchos siglos en una naturaleza cambiante y agresiva, pero que dominan y conocen mejor que cualquier experto.