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Satsifacer a los poderes fácticos

J. Grance Vázquez

Como en una obra del teatro griego, en la que el Destino lleva inexorablemente a algún personaje hacia una perdición inevitable, así se mueve el Partido Liberal Radical Auténtico en el camino a 1998.

Los líderes del radicalismo han resuelto unir su suerte a la del presidente de la República, Juán Carlos Wasmosy.

Esto significa asumir la deuda del presidente con el país que es mucha y creciente: los radicales auténticos se harán cargo del estancamiento económico, de la dilapidación de enormes sumas de dinero del pueblo en el rescate de bancos fallidos, de la desatención de la salud y la educación públicas a raíz de ese rescate irresponsable, de la sanción de leyes mediante las cuales se han vaciado las arcas públicas, del fracaso del desarrollo agropecuario, del hundimiento de la industria, de la quiebra del comercio, del deterioro del nivel de vida de los paraguayos.

Está bién que lo hagan, pues, en realidad, ellos son los que dieron apoyo político al ingeniero Wasmosy, así que es justo que ellos asuman la responsabilidad plena del fracaso.

Pero los radicales auténticos no asumen ese enorme peso por patriotismo, sino por un cálculo político oportunista que, además, tampoco tiene nada que ver con conquistar más votos, sino con satisfacer a poderes fácticos.

En general, los demócratas del mundo hacen cálculos políticos electorales que les favorecen, pero el caso de los radicales auténticos es diferente: no quieren satisfacer al electorado, sino a determinados poderes fácticos a cuyo beneficio se dirige la política del PLRA.

Si quisieran satisfacer al electorado paraguayo, los radicales auténticos hubieran debido defender al país de la acción del gobierno, pero no lo hicieron, antes bien contribuyeron decisivamente con los planes del Poder Ejecutivo lo que se tradujo simplemente en el descenso relativo del nivel de vida de los paraguayos.

En efecto, se observa que el PLRA pretende agradar a la cúpula militar, a la que tolera ahora las cosas que antes le disgustaban, como la intervención en las internas de una organización política determinada, aun a costa de pasar por alto la Constitución y las leyes que antes decían defender.

Los radicales auténticos creen que con eso pondrán en situación de dependencia a la administracióin pública, otro poder fáctico, después de las internas coloradas del 7 de setiembre, con lo cual suponen que controlarán de hecho los dos principales elementos del poder político en el Paraguay.

Por ese cálculo político los líderes radicales sacrifican el bienestar del pueblo, que les interesa muy poco, como se ve, pues no han dudado en apoyar en toda ocasión el dispendio y la arbitrariedad cuando así lo exigió su estratégia.

Si en ese camino muchos paraguayos perdieron ingresos, posibilidades, oportunidades y derechos, los radicales no parecen interesados.

Pero, como siempre, perderán y su política oportunista y mezquina, sin grandeza y sin amplitud, será castigada por el pueblo paraguayo que ya sabe quienes son.