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Laíno, el último wasmosista
J. Grance Vázquez
En las democracias el pueblo habla con el voto.
Guste o no guste un resultado, lo que el pueblo dice con su voto es, en la democracia,
sagrado, debe ser respetado, aunque con el límite de la Constitución y la ley; ninguna
mayoría puede privar a ninguna minoría, o a ningún individuo, del goce de sus derechos
constitucionales.
Una parte importante del electorado paraguayo habló el 7 de setiembre y habló alto y
claro: más del setenta por ciento de los colorados dijo basta al desastroso gobierno de
Juán Carlos Wasmosy.
Consecuentemente la fuerza que apoya al presidente de la República en el Partido Colorado
se hundió ignominiosamente en la derrota, una derrota que, si se hubiera producido en
Inglaterra, hubiera ocasionado la dimisión del gobierno.
Ya se están lucubrando una serie de análisis para desnaturalizar el significado del voto
colorado, para convertirlo en algo que no es.
Ya están hablando los mesiánicos de que el pueblo paraguayo es bobo, inculto, y que por
eso votó por quienes votó.
Sin embargo, los colorados votaron exactamente como hubieran votado los ingleses o los
norteamericanos en circunstancias similares: castigando al mal gobierno, premiando a sus
mayores críticos.
De eso se trata el juego de la democracia y aquí no es diferente que en el Reino Unido o
en América del Norte.
Nadie votó estupidamente, sino que se votó con el bolsillo, con el estómago, con la
visión de un país que está mal manejado y necesita un cambio.
Independientemente de quién resulte a la larga el ganador, hay un claro perdedor y hay
una clara opinión política del pueblo.
El voto ha sido maduro, ha rechazado el fracaso y busca un camino para salir del
atolladero, como sucede en los países más avanzados.
Cabe ahora preguntarse, pues, qué pasará con la fuerza que apoyó al gobierno Wasmosy en
el Partido Liberal Radical Auténtico, el lainismo.
Los electores radicale auténticos también sufren las consecuencias de la gestión
gubernamental, también tienen menos dinero, menos salud, menos educación, peores
servicios y, por tanto, no debe sorprender a nadie que una reacción antigubernamental
igual a la que se produjo en el Partido Colorado se produzca entre los radicales
auténticos.
Pues, en las democracias, es común, ordinario y, en realidad, útil y necesario, que el
voto se use para castigar a quienes dan sustento a gobiernos fracasados.
El voto sirve para eso, al final de cuentas, para designar administradores del dinero del
pueblo y si esos administradores han sido el apoyo de una gestión que ha empobrecido a
los electores, es conveniente, es absolutamente necesario usar el voto para castigarlos
claramente.
Hay varios elementos que permiten suponer que el vendaval antigubernamental que sacudió
al Partido Colorado sacurdirá también al Partido Liberal Radical Auténtico, barriendo
al lainismo que apoyo al gobierno de Wasmosy y es tan responsable de sus políticas
fallidas como él.
El lainismo ató su destino al del presidente y ahora es justo que también pague la
cuenta.
Laíno es el último wasmosista. Por qué no darle también a él su merecido. |
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