El socialismo: un
virus mutante
José Zubizarreta
Ludwig
von Misses (1881-1973) profesor austriaco de economía y quizá el más
eminente filósofo social del siglo veinte, formulaba en un dilema
inexcusable, los términos de la disyuntiva que se plantea en el destino
socio económico de los pueblos.
Ese
dilema es: laissez faire o tiranía. La expresión laissez faire (
dejar hacer , no estorbar) condensa el pensamiento económico de la
filosofía liberal; equivale a la verdadera economía liberal de mercado,
la cual ha elevado a niveles increíbles el bienestar de los habitantes de
los países en donde los políticos han tolerado su funcionamiento.
El
sistema libre se opone a todas las formas de socialismo, incluido el
intervensionismo estatal y la planificación de la economía como tarea de
gobierno.
Los
economistas liberales han examinado con cuidadosa atención los métodos
intervensionistas de los gobiernos y puesto en evidencia sus malos
efectos.
Aquí,
nos basta con advertir, de modo general, que toda planificación de la
economía impuesta por los gobernantes implica obligar a la población a
gastar su dinero en proyectos ajenos. Es decir, equivale a sustituir la
voluntad de todos , por las decisiones autoritarias de un reducido número
de personas necesariamente ignorantes y potencialmente corruptas.
Lo
primero, porque como observa el profesor F. Hayek, premio Nóbel de Economía,
no existe persona humana, por sabia y erudita que sea, capaz de almacenar
la inmensa cantidad de conocimientos dispersos en la sociedad y
cuyo aprovechamiento completo solo es posible si los individuos son libres
para utilizarlos en la persecución de sus propios fines que son
desconocidos por una autoridad siempre interesada en reemplazar
inversiones prioritarias, señaladas y requeridas por el mercado, por
emprendimientos particulares concebidos a sus espaldas.
Y
decimos, también, potencialmente corruptos porque esas potestades
interventoras y planificadoras que los gobernantes se atribuyen crean las
condiciones de la corrupción hasta el punto que puede sospecharse que se
adopta esa política para hacerla posible.
Corrupción
y tiranía, se hallan estrechamente vinculadas; la primera como
instrumento de los fines de la segunda, porque el verdadero fin de la
tiranía es apropiarse de los bienes ajenos.
Pero
en la actualidad, los gobiernos no necesitan ser ilegítimos o despóticos,
para merecer el calificativo de tiránicos. El instrumento , moderno de la
tiranía no es el despotismo sino la corrupción.
Un
silogismo válido con premisas verdaderas podría formularse en los
siguientes términos: 1. Los métodos socialistas son métodos
interventores de la economía. 2. Los métodos interventores de la economía
crean corrupción, instrumento de los fines de la tiranía; luego: los métodos
socialistas son instrumentos de los fines de la tiranía.
Se
aclara, ahora, con absoluta evidencia el evidencia el planteamiento
disyuntivo del profesor von Misses: Economía libre o tiranía. Sin
que sea esa disyuntiva resuelta los pueblos serán ricos y libres o pobres
y esclavos.
Es
ilustrativo recordar también ciertos hechos de la historia.
Tengamos
presente en primer lugar, lo que constituye el meollo central del método
socialista ortodoxo, es decir la idea que todo debe pertenecer al Estado
es en realidad tan antigua como el Estado mismo, lo cual solo se explica
si suponemos que ella nace espontánea y naturalmente de la propia
naturaleza del hombre (en este caso el hombre de Estado) inclinado a
lucrar y medrar en el ejercicio de la función pública.
Recuérdese
que en los más antiguos imperios, los monarcas deificados e identificados
con el Estado eran, en puridad, dueños de todos los bienes. De ellos
participaban todos en su calidad de súbditos o vasallos los miembros de
la comunidad en la cuantía decretada por la voluntad del soberano.
Sin
duda aquella idea original de Estado (identificado con el soberano)
como sujeto de los derechos de propiedad, concebida para proteger
los privilegios de la casta gobernante y que sobrevivió para constituir
el principio central del método socialista ortodoxo, no poseía entonces,
la misma conciencia ideológica o justificación moral que alcanzará
más tarde.
En
aquellos lejanos días eran suficientes la superstición y la fuerza para
proteger los privilegios. Pero cuando la filosofía liberal destruye la
creencia ridícula y pueril en el origen divino del poder de los reyes,
fundamento metafísico-religioso del derecho a poseerlo todo, los
gobernantes se ven obligados a modificar el fundamento moral de la retención
de sus antiguos privilegios.
Así
como el virus, agente infeccioso, para defenderse de la droga que amenaza
destruirlo, cambia la forma de su estructura química en un proceso
llamado mutación, así también la casta gobernante, renueva el
ideal que ampara sus prerrogativas.
Cuando
ya nadie cree en la divinidad del gobernante , recurre a la idea de
endiosar al Estado. Este astuto rodeo que consiste en trasladar el derecho
a poseer todo del gobernante al Estado, preserva los privilegios porque
aquel es el administrador
y vocero del nuevo dios entronizado.
Su
tarea es realizada por la filosofía de Hegel. Al Estado, ente abstracto,
hipostasiado, se colma de atributos metafísicos hasta lo absoluto. Hegel
vivió durante la época de la restauración de los poderes absolutos de
reyes y emperadores en Europa , tal vez por lo cual, decía F. Niezstche,
burlonamente, según cita Brehier, que para Hegel el punto culminante y
final del proceso universal coincide con su propia existencia en Berlín.
Su
pensamiento- dice Brehier vive familiarmente en una atmósfera
nebulosa. Nada en aguas turbias, para fingir aguas profundas, podríamos
agregar parodiando a F. Niezstche, para destacar que su galimatías acerca
del Estado , pretende sugerir que este ente abstracto ofrece más altos
designios que el descarado interés de sus administradores.
La
filosofía de Hegel fue puesta al servicio del Estado burocrático
prusiano cuyos poderes absolutos y completa irresponsabilidad son
verdaderos dogmas para el filósofo (Brehier).
Armado
con estas ideas un aristócrata prusiano, el Príncipe Conde Otto von
Bismarck, servidor de la casa de Hohenzollern introduce, por primera vez,
con nombre y apellido, el socialismo en Alemania, para defender los
privilegios de los funcionarios públicos.
El
socialismo marxista, también es atraído por el absolutismo totalitario
del pensamiento de Hegel, pero Carlos Marx elige en otro sector de la
sociedad a sus privilegiados por considerarlos de superior naturaleza, más
buenos, honestos e idóneos para desempeñar las tareas de gobierno.
El
experimento se realiza primero en Rusia, convertida en laboratorio de la
historia, y luego en otros países de Europa y Asia, todos con resultados
catastróficos para sus habitantes.
Los
economistas liberales vaticinaron desde un principio el colapso final del
socialismo, al demostrar la inviabilidad de la doctrina como sistema de
cooperación social.
Cuando
el socialismo se derrumba por sí solo en Rusia, pareció que con
todas sus variantes- los métodos del socialismo desaparecerían para
siempre. ¡Vana esperanza! Porque los métodos del socialismo nada tienen
que ver con sus fines confesados.
Esa
desvinculación permite que el socialismo resucite al tercer día
alentado por el inmortal interés de los políticos, aliados de sus métodos.
Para
retener sus privilegios la casta gobernante se convierte ahora en campeona
de la causa de la justicia distributiva . Presa de un súbito amor
por sus semejantes proclama que es justo que el Estado se apodere de los
ingresos que la propiedad privada genera para, supuestamente corregir las
desigualdades artificiales que durante el curso de la historia ellos han
creado y que, con descarado cinismo, atribuyen a los efectos de la economía
libre, nunca tolerada.
De
esta manera una vez más los gobernantes se convierten en dioses, ahora de
la justicia distributiva por cuyas manos debe pasar, para ser
distribuida justamente, toda la riqueza nacional.
La
apropiación de los bienes ajenos, objetivo de la tiranía, se realiza sin
abolir aparentemente la institución de la propiedad privada, pero
confiscando los frutos que ella produce mediante la política impositiva
de exacción fiscal. De esta manera la propiedad privada vuelve a
desaparecer.
Esta
es la forma actual vigente, de la más engañosa mutación que el virus
socialista ha adoptado para contrarrestar los resultados de su propio
fracaso y los efectos de la medicina liberal.
Sin
duda constituye una irritante ironía, comprobar como, una idea de
privilegios intolerable, concebida en la antigüedad para el
exclusivo provecho de la casta gobernante y necesitada de la superstición
y la fuerza para sostenerse pueda ser hoy, propuesta exitosamente para los
mismos fines (puesto que no sirven para otros ) recomendada con argumentos
morales. ¡El colmo!
Pero
así de tonta parece ser la humanidad.
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