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Chávez, camino a la miseria

Alberto Vargas Peña (Fundación Libertad)

31 de mayo de 2000

             

Acabo de leer una entrevista  publicada en El Mundo – originalmente en el Corriere della Sera- a Hugo Chávez, presidente de Venezuela y  firmada

por Andrea Nicastro, donde el mandatario habla, muy poco por cierto, de sus creencias económicas. Resulta patético confirmar que el Perfecto Idiota Latinoamericano sigue tan campante.

Chávez habla del “neoliberalismo” y lo califica como “el camino más directo al abismo”. Si el neoliberalismo no es más que la política de ajustes indispensables para resolver los problemas creados por los nacionalismos, el socialismo, el comunismo y el populismo, y a eso llama Chávez el “camino mas directo al abismo”, entonces ni Venezuela ni los países latinoamericanos que contemplan embelesados al peculiar coronel, tienen la menor esperanza de salvación.

La democracia que propone Chávez es correcta: Gobierno descentralizado, federal, controlado , limitado y sometido al referendum. Ocurre que ese sistema es completamente incompatible con la economía centralizada, el control de precios, el nacionalismo excluyente a que se aferra cuando habla de economía.

La experiencia ha demostrado en todo el mundo que no se puede progresar intentando mantener dos sistemas incompatibles al mismo tiempo. El colapso de Venezuela no se debió a las políticas de las transnacionales, sino a las de los venezolanos, tanto de la dictadura de Pérez Jiménez como la democracia corrupta que la siguió. Carlos Andrés Pérez no era neoliberal, pero su gestión hizo indispensable el neoliberalismo en Venezuela.

Chávez pertenece a la raza de los líderes fraseocráticos,  verborragicos,

que inventan frases pintorescas y luego se las creen. Líderes que necesitan del birrete con pompom, el brazo en alto, o la boina ladeada.

Líderes que utilizan una fraseología llena de lugares comunes para encandilar y que luego, puestos a sumar dos más dos, encuentran tres o cinco.

Preguntado, por ejemplo, si es comunista, dice que respeta al comunista porque “no son los diablos que nos hicieron creer que eran”. No tiene una crítica seria al comunismo ni una adhesión argumentada. Acto seguido, para remarcar la nulidad de lo que dijo, se refiere a los bombardeos de Viet Nam.

Preguntado si es antinorteamericano, habla de los precios del petróleo y de la deuda externa de los países pobres, como si el petróleo venezolano fuera suyo y como si la deuda de Venezuela o los países pobres no haya sido dilapidada por los políticos latinoamericanos.

Cuando se le habla de su pasado golpista, en lugar de enarbolar principios recuerda a Pinochet. Respuestas del clásico “vivo” latinoamericano que cree haber descubierto la pólvora reviviendo viejas estupideces que uno hubiera creído muertas y enterradas.

Me atrevo a decir que la aventura de Chávez terminará mal. No sacará a Venezuela del marasmo porque no tiene la menor idea de lo que debe hacer. Se enfrascará en una lucha por imponer políticas que no funcionan y  se convertirá en un opresor más de tantos.

No pasará mucho tiempo hasta que los venezolanos se harten de su verborragia y de su antinorteamericanismo barato, que no se basa en lo verdaderamente malo que tiene el gobierno de los Estados Unidos sino en prejuicios infantiles.

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