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Hermes Saguier y el derecho a la rebelión

Alberto Vargas Peña (F. Libertad) 

30 de octubre de 2000

   

Hermes Rafael Saguier está acusado, a mi entender en forma antojadiza, de haber organizado una rebelión militar contra el senador Luis Ángel González Macchi, el 18 de mayo del 2.000. Según las reglas del debido proceso, Saguier fue incriminado de la manera más alevosa, y todo lo actuado es nulo, de nulidad absoluta.

Desde el 18 de mayo del 2.000, Rafael Saguier guarda reclusión a la espera de la acusación, que debe ser pública y oral. El juez de garantía ha violado, sistemáticamente todas las reglas del debido proceso, y lo mantiene detenido sin que se den las claras exigencias de la ley para sostener ese criterio. Saguier debería estar en plena libertad, preparando la audiencia oral y pública en la que debe defenderse y demostrar su inocencia. Eso dice la ley.

Recientemente, y a causa de su detención, Saguier, que sufre de diabetes, tuvo un infarto. Fue trasladado de su lugar de detención a un Sanatorio privado, donde los médicos, desde el forense hasta el último asistente que lo auscultó, recomendaron –cuando menos- su detención domiciliaria. El juez de garantía, otra vez y sin atender a lo que dice claramente el artículo 250 del Código Procesal Penal, se negó a tomar  la decisión que corresponde. Más clara evidencia de la instrumentación política de la ley, es imposible.

Entonces Saguier se rebela, como es de su derecho, y se declara en huelga de hambre. La huelga de hambre es ya peligrosa en gente saludable; puede ser mortal en el caso de Saguier, que padece de diabetes descompensada, se ha vuelto insulino-dependiente y sufre de obstrucciones arteriales.

El gobierno que tenemos es ilegítimo y usurpador, según los artículos 137 y 138 de la Constitución . El mandato solamente puede concederlo el pueblo en comicios, y de ningún modo otro poder del estado. La ilegitimidad del gobierno, insalvable, exige la rebelión. No la tolera, la exige. Y Saguier, como héroe civil que es, cumple con el mandato constitucional.

Saguier, lo creo firmemente, no se rebeló el 18 de mayo sino que lo  hace ahora, jugándose la vida. Y lo hace, pese al consejo angustiado de todos sus amigos – me consta- para demostrar la naturaleza profundamente perversa del régimen que estamos padeciendo. Es una rebelión solamente cruenta contra sí mismo, su familia y sus amigos, pero es la rebelión suprema. La rebelión de los verdaderos líderes, que enfrentan solos el peligro.

          Saguier, hay que decirlo, no está solo en esta lucha, ni enfrenta solo el estado de rebelión. El pueblo paraguayo entero está esfervescente, aunque todavía desorientado, y rehúsa tolerar este estado de cosas que le imponen. Quizá el ejemplo de Saguier le muestre, a corto plazo, el camino que hay que seguir. 

 

   

 

    

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