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El caso Sullivan y el Paraguay

Alberto Vargas Peña (F. Libertad) 

29  de enero de 2001

En 1954, y a raíz de publicaciones del New York Times sobre actos vergonzosos en Montgomery, Alabama, L.B. Sullivan, encargado de la policía blanca de Montgomery, querelló al diario y ganó en primera instancia, en un juicio plagado de barbaridades, donde el juez blanco y los jurados prevaricaron de la manera más escandalosa.

Esto lo relata magistralmente Anthony Lewis en su libro “Ninguna Ley...”, que hace referencia a la Primera enmienda de la Constitución de los Estados Unidos que comienza: “El Congreso no sancionara ninguna ley...que limite la libertad de expresión o de la prensa”.

Dice Lewis que el propósito de Sullivan, el gobernador Patterson y el sistema judicial de Alabama “se proponían transformar la acción tradicional por libelo, cuya finalidad era desagraviar a particulares que habían visto mancillada su reputación y tornarla en arma política con que intimidar a la prensa. El objeto era impedir la publicación , no de informes falsos, sino de relatos verídicos, de la vida de un sistema de supremacía blanca...” La Justicia de Alabama, según narra Lewis, se había puesto de acuerdo para destruir la libertad de prensa impidiendo que se conociera la verdad acerca de la situación de ese estado con respecto a la gente de color.

          Quienes así procedieron en Alabama y luego perdieron gracias a la excelencia de la Suprema Corte de los Estados Unidos de América y la presión de su pueblo decente, eran demócratas, del mismo partido que el Sr. Clinton.

Si uno lee atentamente el libro “Ninguna Ley...” quedará aterrado ante las similitudes de lo hecho en 1954 en Alabama y lo realizado, bajo la cobertura de la Embajada de los Estados Unidos de América en el Paraguay.

Pero ocurrió que Martín Luther King ganó a la población decente de los Estados Unidos para su causa, gracias a la estrategia seguida por Mohandas Gandhi en la India, y por las mismas razones. Tanto el pueblo inglés como el americano eran susceptibles de entender un mensaje que apelaba, sin violencia, a la vergüenza que le producía a toda persona decente las injusticias que se cometían con el pueblo de la India y con la población de color estadounidense....y la libertad de expresión, que hacía llegar el mensaje.

         En el Paraguay, lamentablemente, no existe una opinión pública que reaccione ante las injusticias que comete el Poder Judicial sometido al Poder político para perseguir a quienes no están de acuerdo con el gobierno. Los oviedistas, por ejemplo, son en el Paraguay tan criminales como eran los negros en Alabama, y soportan las mismas condiciones que aquellos soportaron, y la razón es la misma: funcionarios estadounidenses han apoyado un sistema que para ellos es bien conocido.

Yo espero, con ansiedad, que el pueblo decente de los Estados Unidos dirija la mirada al Paraguay e imponga que a su pueblo se lo trate con justicia; que desaparezcan los embajadores cínicos, que como el L. B. Sullivan y el entonces gobernador de Alabama Patterson, no hacen sino mentir para mantener una situación vergonzosa.

          Yo espero que el Sr. Bush se avergüence de lo que ha hecho el Sr. Clinton, y cambie a su embajador y cese de apoyar a un gobierno usurpador, corrupto y despótico. 

   

  

    

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