Dicen
los argentinos que apenas el Ministro del Interior argentino,
Storani, comunicó al gobierno paraguayo que dos detenidos, acusados
de haber participado en el caso Argaña , que estaban
esperando la extradición, se habían fugado, se pudo sentir una ola
de alivio donde debió haber preocupación. Una ola de alivio casi
palpable, que se manifestó en el mayor desinterés por el asunto y
unas escuetas declaraciones que el gobierno paraguayo confiaba en
la justicia argentina.
Los
dos detenidos habían negado siempre su participación en el caso
Argaña y habían denunciado además que el cónsul paraguayo, de
apellido Goiburú, había intentado sobornarlos para que se
declarasen culpables.
Si
eran extraditados, probablemente se habrían mantenido en sus
declaraciones iniciales e insistido en sus coartadas.
La
fiscalía paraguaya no tiene una sola evidencia en el caso Argaña.
Todo
el asunto se basa en las declaraciones de dos testigos
comprobadamente falsos: Gumersindo Aguilar y el confeso Vera
Esteche.
Las
declaraciones de este último sufrieron un fuerte traspié cuando el
único superviviviente de la camioneta, el conductor Barrios, declaró
que nunca vio el Fiat Tempra que dice Vera Esteche que encerró a la
camioneta donde viajaba - ¿el cadáver? Argaña.
Las
declaraciones de Rojas y Vega, los dos detenidos y fugados en
Buenos Aires, hubieran dado un golpe bastante serio a la versión
oficial.
Hay
que decir que la fiscalía, ni nadie, sabe a ciencia cierta si Luis
María Argaña estaba vivo o muerto a la hora del supuesto atentado.
Sisley
Erika Pintos dice que a ella le pareció que llevaba varias horas
muerto. La historia clínica no dice nada, y la autopsia dice menos.
La autopsia fue practicada por el médico José Bellasai, pariente
cercano de José Planás, amigo íntimo de Argaña, que cuando acudió
al lugar del suceso prefirió hablar por teléfono que auxiliar a su
amigo, tal vez por que sabía que ya venía muerto, y era urgente
hacer recaer la culpabilidad en el Gral. Lino Oviedo y el gobierno
constitucional del Ing. Cubas.
El
Ing. Cubas, en uno de sus pocos aciertos, solicitó de inmediato la
ayuda del Federal Bureau of Investigation, pero la embajadora Maura
Harty prefirió hacerse la desentendida hasta que el gobierno cayó;
entonces el nuevo gobierno, para demostrar que quería saber la
verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, retiró el pedido.
La
investigación del caso no fue tal. El juez Bogarín se cansó de
desestimar pedidos de la defensa por improcedentes y aceptó
todos los testigos falsos que le presentó la querella y la fiscalía.
Aún demostrada la absoluta falsedad de los mismos, el juez siguió
protegiéndolos y prestándoles credibilidad.
Para
demostrar la culpabilidad de Oviedo, le inventaron un caso al Mayor
Servín, quien el día del suceso estaba en una clase de Estado
Mayor, con otros cien oficiales que testificaron todos a su
favor al que se acusa de
Haber llamado unas cuarenta veces, durante las horas de clase, al
vendedor
del Fiat Tempra que apareció quemado y que según el
conductor de la camioneta de Argaña nunca estuvo en el lugar de los
hechos.
Con
un caso así, es lógico que la banda que organizó el atentado a un
muerto y eliminó a su guardaespaldas hizo un trabajo chapucero
porque no pudo eliminar al conductor respire aliviada al saber
que ni Vega ni Rojas serán extraditados.
No se si los paraguayos fugados son perejiles, como dicen los
argentinos, o fueron ayudados a escapar - ¿a mejor vida? por
tractorcito Cabrera. Lo que sé es que hasta que no se exhume
el cadáver de Argaña y se demuestre que estaba vivo cuando le
dispararon, cosa muy fácil, yo voy a seguir pensando que su larga
enfermedad fue la que le pasó la última factura.
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