El
caso del supuesto asesinato del vicepresidente de la Rca. Dr. Luis
María Argaña se ha convertido en un sainete. Las acciones de
algunos beneficiados económicamente con la muerte del funcionario,
compra de testigos falsos y torturas para conseguir confesiones, e
instrumentación de la Justicia en procesos viciados de nulidad
absoluta, hacen pensar en una de las posibilidades que fue barajada
desde el mismo día del supuesto atentado.
La
versión que cobra cuerpo en Asunción es que el Dr Luis María Argaña
vivía ya separado de su esposa y murió de un infarto en la casa de
su amante. Conocida inmediatamente la muerte fue establecida una
trama impulsada por José Planás, hoy ministro de Obras Públicas y
perteneciente al entorno íntimo de Gustavo Stroessner, Walter
Bower, del mismo entorno, Juan Carlos Galaverna, del entorno de Juan
Carlos Wasmosy y Maura Harty, embajadora de los Estados Unidos de América.
Ellos
tramaron la comedia del atentado, que costó la vida al guarda
espaldas de Argaña, que ni siquiera desenfundó su pistola lo que
demostraría que no contaba con que le dispararían ,y del cual se
salvó, por milagro, el conductor del vehículo, hombre del entorno
de Juan Carlos Wasmosy. Como el atentado no sirvió para promover el
juicio político al presidente constitucional Raúl Cubas, fue
organizado el crimen de la Plaza del Congreso.
Esta
versión aparece como verosímil por la forma como fue conducido el
proceso, la aparición de testigos falsos, las contradicciones del
conductor del vehículo, y el asesinato, aleve, de Coco
Villar, entregado por el Obispo católico Ramón Cuquejo Argaña.
Por
otra parte, era conocida la enfermedad terminal que aquejaba a Argaña,
un cáncer de colon que había sido tratado en Lyon en septiembre de
1998 y cuyo diagnóstico estaba en poder de Conrado Pappalardo Zaldívar,
uno de los diputados acusados falsamente de haber asistido a una
reunión que hoy se sabe, con certeza judicial, que nunca se
produjo.
Argaña,
en septiembre, tenía un plazo de no más de noventa días de
vida.
Ese diagnóstico lo
tuve en mis manos, exhibido por el Dr. Conrado Pappalardo , así
como el diagnóstico de su enfermedad mental tratada sistemáticamente
en la Argentina.
Yo
no sé con certeza si Argaña estaba o no muerto cuando fue
fusilado.
Las
evidencias permiten suponer que sí. Tenía un acentuado rigor
mortis inocultable, no sangró por las heridas, ni demostraba
sorpresa en el rostro como hubiera sido lógico ante un ataque como
el que fue descrito. No se le hizo una autopsia en serio y en su
certificado de defunción oficial no figura la menor observación
referida a la causa de la muerte. Los agujeros de bala existentes en
la camioneta que lo conducían no coinciden con las heridas
presentadas por el cadáver, y la herida principal demostraría que
fue efectuada a cortísima distancia.
La muerte de Argaña, y los crímenes de la Plaza del Congreso
derribaron un gobierno constitucional y lo reemplazaron por uno ilegítimo
y usurpador. Sus beneficiarios se han enriquecido de manera
sorprendente hasta para los usos paraguayos. Es lícito entonces
preguntarse que ocurrió.
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