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¿Qué hizo mal la Argentina?

Alberto Vargas Peña (F. Libertad) 

27 de noviembre de 2000

            

           En un artículo publicado en La Nación de Asunción el 26 de noviembre  de 2000, el economista profesor de la Universidad de Cambridge, Estados Unidos, Jeffrey Sachs, critica lo que denomina “el desorden monetario argentino”, refiriéndose a la ley de convertibilidad  que equiparó el peso con el dólar a un cambio fijo, invariable. Dice Sachs que esta medida dejó a la Argentina fuera de competencia, adhiriendo a dos teorías económicas: La de la macroeconomía que considera al país como una persona, y la de las fluctuaciones monetarias como instrumento para ser competitivo.

Estas dos teorías han sido largamente refutadas por Ludwig von Misses, Friedrich Hayek y Milton Friedmann, según quienes los países no son personas y por tanto las cuentas de la gente son independientes una de la otra y que la moneda es un instrumento de intercambio que no quita ni eleva valores.

El hecho es que la Argentina se encuentra en una situación difícil, con un desempleo elevado, una deuda externa considerable, y una producción no competitiva. ¿Qué es lo que hizo mal la Argentina, si es que Sachs no tiene razón?

Es esencial que los paraguayos examinemos a fondo el proceso argentino, porque nos encontramos en una coyuntura parecida y se habla de adoptar las mismas medidas que adoptó Menem aconsejado por Domingo Cavallo.

El mismo Sachs reconoce que al principio la ley de convertibilidad provocó un aluvión de inversiones en Argentina, del orden de los 20 mil millones de dólares. Quiere decir que la convertibilidad argentina provocó una enorme confianza en el inversor extranjero que acudió a la Argentina buscando colocar rentablemente sus capitales. Pero entonces sucedió algo. ¿Qué fue?

Menem rompió con Cavallo y las reformas quedaron en el camino. La Argentina tenía una moneda sana y fuerte, pero un esquema de leyes laborales e impositivas contrarias a la elevación de la productividad, con lo cual su producción dejó de ser competente y flexible. A la devaluación brasileña no pudo responder con aumento genuino de la productividad – como hacen los Estados Unidos – mediante la baja de impuestos y flexibilización laboral. Y quedó al borde de la catástrofe otra vez.  El profesor Sachs no examina esta parte del problema y atribuye el desempleo y la incompetitividad a la dureza e  inflexibilidad de la moneda, lo cual ha sido demostrado que es una falacia. La  economía argentina sigue atarazada por un chaleco de fuerza que es su sistema impositivo y sus leyes laborales.

En mi opinión el Paraguay debe dolarizar su economía y al mismo tiempo rediseñar el sistema impositivo y abolir las leyes tuitivas laborales. El mercado libre no perdona la incompetitividad. Y hoy, la fuerza laboral humana es una mercancía muy desvalorizada, a raíz de la automatización y la robotización.

¿Qué hizo mal la Argentina? No el haber establecido la paridad peso/dólar, sino el no haber completado las reformas que la hubieran competitiva su producción.

La falacia en que incurren el profesor Sachs y todos los de su escuela económica es afirmar que al devaluar la moneda nacional una economía se torna más competitiva. En realidad es apenas una maniobra ilusoria, puesto que si un automóvil argentino era no competitivo antes de la devaluación, continuará siéndolo después de la devaluación. Si costaba U$a 14.000 antes de la devaluación para el mercado exterior, seguirá costando U$a para el mismo mercado aún cuando los fabricantes reciban más pesos por dólar, pesos que no tienen el mismo valor que tenían antes.

El valor de la cosa vendida no aumenta ni disminuye porque la moneda de venta sigue siendo la misma y ha costado las mismas horas-hombre y ha recibido las mismas cargas que antes de la devaluación. Si la productividad no aumenta, el costo sigue siendo el mismo y la falta de competitividad también.

La falacia de la  devaluación es altamente nociva porque es una ilusión costosa, que ha provocado en la América Latina el nivel de pobreza actual.

Si la Argentina no aumenta su productividad, si no reduce el costo –país, no será competitiva ni con el dólar paritario ni con la hiper inflación. Y esto es algo que no puede discutir el profesor Sachs. ¿Acaso el Brasil es más competitivo porque ha devaluado su real?

          La devaluación es un impuesto encubierto que paga alguien, y ese  alguien es el pueblo, que recibe menos por la misma cantidad de moneda. No, Argentina no tiene desorden monetario como afirma el profesor Sachs. Tiene una economía que no se decide a ser completamente libre. Y allí está el pecado.

  

   

    

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