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La muerte de los partidos tradicionales

Alberto Vargas Peña (Fundación Libertad)

27 de junio de 2000

       

Los partidos políticos tradicionales, formado sobre la base de figuras descollantes del siglo antepasado, y que se mantuvieron en vigencia a caballo del voto cautivo, expresado más por emoción que por raciocinio, han muerto en todo el mundo con excepción del Paraguay y México. Y en uno y otro país, a corto plazo, obtendrán, sino el definitivo certificado de defunción, el diagnóstico de “enfermo terminal”.

En Paraguay el 13 de agosto las encuestas indican que habrá un voto colorado bastante apreciable para el candidato liberal. En México, el reinado del Partido Revolucionario Institucional, aparece tambaleante y una nueva figura política apunta en el horizonte. ¿Es un fenómeno pasajero o es una vuelta definitiva de página?

En el mundo de hoy la democracia se ha profundizado y la discusión deja de lado los temas políticos, aparentemente bien asentados en todas partes – excepto en el Paraguay y México – para entrar en la economía, y sobre todo en la economía micro, la economía de la gente.

Hoy los políticos ya no convencen a nadie hablando sobre la macro economía, porque a nadie le interesa ya el “estado” esa entelequia creada por el autoritarismo bismarckiano para evitar la soberanía del pueblo. A la gente de hoy le interesa saber como llevará el pan a su casa, como educará sus hijos, como se curará cuando se encuentre enfermo y como accederá a todas las cosas que la tecnología y la ciencia ponen a su disposición.

El color de las banderas y las apelaciones a los viejos próceres de un ayer cada vez más lejano y más desconocido, no conmueven a nadie.

Los políticos tradicionales ya no tienen credibilidad en ninguna parte.

En Argentina, por ejemplo, surge un De la Rúa que promete acabar con la corrupción supuestamente dejada por Menem y lo primero que hace es enviar a su hijo play boy a instalar en Miami una empresa para aprovechar los negocios argentinos. A cambio del apoyo al gobierno ilegítimo y usurpador del Paraguay exige que todos los negocios de Yacyretá pasen por sus manos.

El espectáculo que brindan los políticos tradicionales, elegidos a la manera tradicional por los partidos tradicionales, es grotesco, y semeja una última cena desesperada. Se atropellan `para depredar el dinero público, sin el menor pudor. Y eso es síntoma de la agonía de un sistema y del nacimiento de otro nuevo.

¿Qué vendrá? Los partidos, esas fuerzas políticas que se forman alrededor de un hombre o una idea son inmortales. Mientras exista la democracia la gente tomará partido. Pero es obvio que ya no quiere pertenecer  a un partido. Quiere elegir, y eso significa cambiar. El partido tradicional exige el voto en razón de la afiliación; el nuevo sistema posibilitará el voto en razón de la voluntad de elegir.

¿Qué me une a esta porquería? Se pregunta la gente de escasos recursos que ve a la gente de su partido tradicional llenarle los bolsillos con el dinero ajeno. La respuesta es: Nada. Y cuando esa respuesta se hace carne en el ciudadano, el partido tradicional ha dejado de existir.

El nuevo mundo se está diseñando ahora, y probablemente será una democracia vía Internet. La gente ya no estará atada a lealtades ancestrales, ni a viejos libros de historia – por otra parte mentirosos- sino a su propio interés, reflejado coyunturalmente por un candidato, que tendrá que ser muy persuasivo para contar con su voto. 

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