Los
liberales afirmamos que los impuestos son una contribución
libremente admitida, dentro de límites bien especificados, que
sirven para la atención de los asuntos públicos y que dependen
enteramente de la legitimidad de la representación y de la efectiva
prestación de los servicios. Rechazamos la idea de que el Estado o
el Gobierno o como quiera que se denomine la Autoridad, tengan vida
propia independiente de la sociedad donde actúan y que, por ello,
tengan derecho de imponer contribuciones.
El
Estado existe porque el pueblo existe, y en las condiciones que el
pueblo quiera; pero el pueblo existe porque el individuo existe, y
por consiguiente sus derechos y su soberanía no pueden ir más allá
de lo que los individuos quieren y los límites están justamente en
el lugar en que la soberanía del individuo pueda ser discutida o
destruida por una mayoría.
Contribuyo
sí, dice el liberal, pero hasta el límite que no afecte mi propio
desarrollo ni mis derechos en expectativa, y mientras el que he
elegido como administrador y al cual controlo, cumpla con el mandato
que recibe. El impuesto pues no es una herramienta de gobierno, sino
la forma de solventar aquello que es indispensable para garantizar
la acción privada.
Para
mí, y como liberal, el impuesto no puede ser utilizado como un
instrumento para orientar ni desorientar, sino que debe ser
invertido para proteger mi vida, mi propiedad y mi derecho a la
felicidad.
Si
el impuesto deja de ser contribución para convertirse en imposición,
y si yo pierdo el derecho de establecer el límite, y si no se
utiliza sino para lo que el gobierno quiere, entonces la soberanía
del pueblo, que no es sino la suma de la soberanía de los
individuos basada en su libertad , entonces se está frente a una
autocracia. O el poder viene de abajo, con todas sus consecuencias y
entonces no hay más sistema de gobierno que la democracia
representativa, o viene de arriba, y entonces tiene origen divino,
de la fuerza o de cualquier otra razón, y también con todas sus
consecuencias. No puede haber y no hay términos medios.
La
concepción del impuesto y su manejo es lo que diferencia a una
democracia liberal, representativa, de cualquier otra forma de
gobierno.
Los
economistas, que tienden todos cuando no son sinceramente
liberales a organizar desde arriba lo que creen que puede dar
resultados económicos, abominan de la libertad porque ella no los
necesita. Si el individuo es libre para optar por la solución que más
le convenga personalmente, y por tanto el gobierno no puede tener más
política impositiva que la inversión en seguridad, defensa e
infraestructura, los economistas no tendrían ningún papel que
jugar.
El
economista tiende siempre a pretender establecer políticas que
denomina macroeconómicas , las cuales tienen que ver con el
concepto de que el Estado o el gobierno tiene vida propia y derechos
diferentes a los del pueblo. Para ellos el Estado tiene súbditos.
La
economía liberal se asienta en el libre juego del mercado, porque
este pensamiento es congruente con su concepto de la libertad y de
los derechos del individuo, por eso una política impositiva
destinada a lograr determinadas cosas en una sociedad es
profundamente antiliberal, ya que afecta la libre determinación
individual.
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