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¿Hacia un Estado teocrático?

Alberto Vargas Peña (F. Libertad) 

25 de setiembre de 2001

El Obispo católico Fernando Lugo ha expresado su deseo de candidatarse a la presidencia de la República del Paraguay en el año 2.003. Comoquiera que existe una prohibición constitucional absoluta, que indica que ningún eclesiástico de ninguna confesión puede ser siquiera candidato, es probable que Lugo esté pensando en colgar a sotana, o en hacer una revolución. Pero a mí no me interesa conocer las motivaciones de Lugo ni su estrategia sino indicar el peligro que significa la recreación en el Paraguay de un estado teocrático.

 

Lo que expresó Lugo debió ser rechazado automáticamente por todos los políticos que dicen ser demócratas, pero fuera de una muy tibia, y tímida, reacción de Miguel Abdón Saguier, quien pretendió en todo momento minimizar el hecho, nadie dijo nada. ¿Está este infortunado país listo ya para apelar a la peor solución para salir de sus problemas?

 

Hay que recordar que fue el estado teocrático el que modeló las mentes paraguayas y nos condenó a la adoración a los tiranos, dictadores, semi reyes y autócratas que hemos venido sufriendo a lo largo de la historia, con las secuelas de empobrecimiento que podía acceder a la primera magistratura que siempre estos gobiernos acarrean. Fue en el Paraguay donde los jesuitas llevaron a cabo el experimento comunista más vasto y profundo que haya conocido la historia antes de la URSS, donde los indios esclavizados, cosechaban al son del arpa, la yerba mate para sus opresores, que a su vez eran sus únicos maestros. La enseñanza de la obediencia dura hasta ahora.

 

La Iglesia Católica Apostólica Romana en el Paraguay fué la dueña del destino paraguayo  hasta 1992. Un paraguayo no católico no podía acceder a la primera magistratura y prácticamente a ningún cargo público de importancia. Había, en el Paraguay, "tolerancia de cultos". Recién en 1992 el estado paraguayo se separa de la Iglesia Católica, situación que nunca fue admitida ni tolerada por los eclesiásticos, que continúan comportándose como en las épocas anteriores.

 

Los políticos paraguayos no se atreven a contrariar los deseos de la ICAR en lo más mínimo. Le tienen un miedo cerval. Ahora, que el Obispo Lugo ha manifestado su disposición a ser presidente de la República para liderar un estado teocrático del tipo jesuítico, tiemblan en lugar de oponerse en forma tajante y terminante.

 

El infortunio paraguayo, parece no solamente no tener fin sino no tener límites. Si el futuro es el estado teocrático, Apuleyo García y Alberto Vargas Llosa pueden estar seguros que los paraguayos, de manera intergiversable, están - me excluyo - dispuestos a perder también el siglo XXI.

 

    

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