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El neo absolutismo

Alberto Vargas Peña (F. Libertad) 

25 de abril de 2001

Los revolucionarios franceses de 1879 creyeron que habían derrotado para siempre al absolutismo. Poco les duró el entusiasmo: Robespierre acabó en la francachela del Directorio, y la francachela en el despotismo imperial de Napoleón.

Los liberales ingleses creyeron que habían derrotado para siempre al despotismo y el absolutismo, pero en 1848 les apareció Karl Marx para iniciar un viaje terrorífico que, incluyendo las aventuras fascista y nacional socialista, causaron casi cincuenta millones de muertos y un caos universal.

Los estadounidenses de Reagan y los ingleses de Margaret Thatcher creyeron haber derrotado el absolutismo, pero este resurge detrás del pretexto de la guerra contra las drogas. Creo, con dolor, que las amenazas contra la libertad individual son hoy más terribles que las anteriores y que estamos prácticamente inermes contra ellas.

El neo absolutismo tiene como fundamento la existencia del estado como persona, y de un derecho especial para el estado diferente al de la gente.

Considerado un país como una persona o una empresa, la conclusión de que debe ser manejado con "autoridad" es inmediata. La "macroeconomía" conduce inevitablemente a la macro tiranía.

         Si los elegidos por el pueblo para actuar en su representación son "servidores del estado" y no "servidores de la gente", entonces es porque existe algo superior a la gente que se denomina "estado" que tiene derechos y facultades superiores a los de los individuos.

No importa que estos funcionarios sean designados por elecciones ni que duren un tiempo limitado; ellos son pasajeros, pero el estado es eterno. Durante el tiempo de su servicio, son tan absolutos como Luis XIV o más.

         El socialismo no es más que una forma de absolutismo, y es la versión actual del viejo despotismo que se pronuncia de arriba para abajo; prácticamente todas las democracias, incluida la estadounidense, han caído en la trampa y han dejado de fluir desde abajo, en todos los campos. La persona ya no es dueña siquiera de su dinero y es objeto de investigación profunda por la "autoridad" que ya no reconoce ningún límite.

         En el preciso instante en que se habla de la victoria de la democracia, se asiste a su peor derrota; ha sido carcomida desde adentro, y nada queda de su esencia.

La persona ya no es dueña de su destino y los administradores de un poder limitado y costreñido se han convertido en los servidores de un poder absoluto. Hasta ahora no han utilizado ese poder en forma descarnadamente violenta - salvo en países como los de la América Latina - pero el proceso es implacable y eso no tardará.

         La globalización, que debería ser la exaltación de la libertad universal sin control de ningún estado, se está convirtiendo en la creación del Estado Global, todopoderoso, invencible, supremo, que someterá al individuo a su mínima expresión.

Tal vez le conceda, por un tiempo, la facultad de elegir los nuevos reyes, pero después hasta eso le quitará. Y no habrá isla libre donde refugiarse.

         Por supuesto que el proceso terminará en una gran revolución porque el ansia de libertad no se extinguirá jamás en el ser humano, y costará tal vez más sangre que las revoluciones anteriores. Pero antes que eso suceda, pasarán generaciones de seres humanos que serán obligados a prosternarse ante la "autoridad".

         Al final, parece que George Orwell tenía razón, y que el Gran Hermano ya está en su puesto. 

 

 

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