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LA ILUSIÓN DE GALAVERNA

Alberto Vargas Peña (miembro de la Fundación Libertad)

Juan Carlos Galaverna ha sido el político colorado que mayor éxito cosechó en la llamada "transición" iniciada la noche del 3 de febrero de 1989. Luego de haber sido intendente de Ypacarai bajo la dictadura de Stroessner – hay que recordar que entonces los intendentes eran nombrados y no electos y que Stroessner no nombraba a nadie que le fuera desafecto – cayó en desgracia a raíz de cuestiones de índole folklórica.

Se le ocurrió la mala idea de dejar que en el Festival de Ypacarai hubiera canciones de protesta. A Stroessner no le gustó y Galaverna se pasó a la oposición.

Con el golpe, Galaverna apareció en las filas de los contestatarios y del MOPOCO. Ambas corrientes coloradas venían rodeadas de un aureola de martirio, porque habían sido sañudamente perseguidas por Stroessner.

Pero mientras los contestatarios mantenían una línea coherente con su discurso en el exilio, Galaverna montó el caballo de Andrés Rodriguez, y se encaramó decididamente al gobierno.

Dueño de una voz profunda y de una oratoria encendida, sirvió perfectamente para los objetivos del gobierno de Rodríguez. Y así se relacionó con la riqueza. Con Saba, con Wasmosy y con los que realmente manejaban el dinero del país. Cuando Rodríguez se fue, Galaverna se quedó, ya atado al carro de Wasmosy.

Galaverna supo comprender el momento y a los estadounidenses, y apostó por el defenestramiento, de cualquier modo, del Gral. Lino Oviedo, que aparecía como el hombre fuerte del gobierno de Wasmosy. Lo desafío, conspiró contra él y lo venció.

Y entonces Galaverna pasó a ser una figura principalísima. Algunos dicen que para llegar adonde está tuvo que hacer correr sangre, lo que no está comprobado. Y ahora quiere ser presidente de la República, impulsado por Wasmosy. ¿Elegido por el pueblo? No, él sabe que eso es imposible. Galaverna nunca tuvo votos.

Quiere hacer creer que está en la línea de sucesión constitucional, por el artículo 234 de la Constitución. Pero se equivoca.

El senador González Macchi es un usurpador, pero llegó adonde está como presidente del Senado. El 1ro de Julio de 1999 debió abandonar la silla presidencial al nuevo presidente del Senado, que era Galaverna; pero no lo hizo.

Permaneció en el cargo. Esto ha producido que la sucesión no pueda hacerse al presidente del Senado – puesto que ya hay quien ocupa el cargo de presidente de la República en esa virtud – sino al presidente de la Cámara de Diputados. Eso es lo que dice el artículo 234, que Galaverna cree que lo favorece.

En realidad, la Constitución ya es una criba, y ha sido tan violada que una violación más ya no importa, pero en estas condiciones el gran elector es mister Clinton. Será presidente del Paraguay, en los próximos días, el que señale la Casa Blanca. Y Galaverna parece que no llena el cupo, no da el perfil.

El Paraguay se ha tornado en un enfermo grave y el gobierno estadounidense quiere que sane, aunque sea a medias, para se convierta en el gran nudo del espionaje en la América Latina. Con Galaverna no podrá sanar, ni a medias. Entonces los estadounidenses ya piensan en toda clase de martingalas, hasta la de olvidar su veto a Lino Oviedo.

Es que Galaverna es asociado de Wasmosy, y Wasmosy es parte integrante de la enfermedad paraguaya. Es un gangster inaceptable para el pueblo paraguayo, y los Estados Unidos pueden imponer las cosas hasta cierto punto.

En este país puede ocurrir cualquier cosa, pero estoy casi cierto que lo de Galaverna es una ilusión. Ojalá, por el bien del Paraguay, no pase de eso.