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La nueva dictadura

Alberto Vargas Peña (Fundación Libertad)

22 de junio de 2000

        

En marzo de 1999 denuncié en la Sociedad Interamericana de Prensa, en Jamaica, la naturaleza del régimen que estaba naciendo en el Paraguay.

Entonces todavía supervivía el tambaleante gobierno constitucional del Ing. Raul Cubas, ya jaqueado a mate por la conspiración que se venía desarrollando desde el 11 de mayo de 1988. Nadie me escuchó. Cada delegado conversaba con su vecino y salvo alguno que otro periodista afectado por medidas restrictivas, a nadie le importaba que el Paraguay se enderezara hacia una nueva forma de dictadura.

A la madrugada siguiente mataron al Dr Luis María Argaña y los conspiradores derribaron al gobierno.

El Ing. Juan Carlos Wasmosy y el Dr Domingo Laíno comprendieron pronto que la Constitución de 1992 ponía en sus manos la suma del poder.

Dominando la Corte Suprema mediante el Consejo de la Magistratura, y el Congreso mediante la norma de "representación proporcional", dominaban la totalidad de los mecanismos institucionales. No importaba que hubieran perdido las elecciones de 1988, ellos sabían que tenían dos tercios del poder en sus manos, y lo hicieron valer.

Con la Corte Suprema y el Congreso en las manos la Constitución ya no interesa. La Corte Suprema “interpreta” lo que quiere y como quiere, y el Congreso avala. A eso se suma una campaña de prensa totalmente sometida, que hace creer a la opinión pública que la Corte es soberana.

Y tan soberana se ha vuelto que ha elegido presidente. El pueblo ha dejado de tener voz.

La actual dictadura paraguaya ha logrado impedir que se elija presidente a su tiempo interpretando a su antojo la disposición constitucional que regula las vacancias. El asesinato proporcionó la doble vacancia, y la Corte Suprema ha hecho el resto. No se puede elegir Fiscal Gral. Del Estado porque el Consejo de la Magistratura “olvidó” presentar las ternas al Congreso a tiempo, y la estructura montada por Wasmosy y Laíno sigue tan campante.

Yo me preguntaba en Jamaica si la caída de la democracia paraguaya  sería un lunar en el radiante rostro de la democracia sudamericana o si sería una especie de sarampión contagioso. Ante la indiferencia casi total de los delegados de los diferentes diarios de América dije que me inclinaba a creer que sería el sarampión.

Hoy que las sombras avanzan sobre las democracias, todas con el nuevo disfraz proporcionado por una institucionalidad tramada para liquidarlas, Mario Vargas Llosa habla, con amargura, de las “seudo democracias latinoamericanas”. Y no ve que detrás de este proceso se encuentran los Estados Unidos, de la mano del corrupto e inmoral Sr William Clinton, que hace negocios a expensas de la libertad.

Hoy resulta que por una parte el fraude es admitido sin pudor – caso Perú – respaldado por una Corte Suprema complaciente con el Ejecutivo, y por la otra, que las elecciones ya no son tan necesarias, puesto que pueden ser reemplazadas por determinaciones “legales” de otra Corte Suprema complaciente – caso paraguayo- ¿No estamos acaso ante el sarampión y no ante el lunar? Las democracias reales aceptan lo que está ocurriendo, porque los Estados Unidos dan su bendición, en un caso solapada y en otro abierta.

Entretanto la Sociedad Interamericana de Prensa continúa su actividad  de “country club” – como la calificó un periodista dominicano -sin analizar el proceso que está llevando a nuevas dictaduras y seguramente nuevos ataques a la libertad de prensa en un futuro cercano. 

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