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HACIA UNA NUEVA LEY ELECTORAL

Alberto Vargas Peña (miembro de la Fundación Libertad)

Siempre he sostenido que la ley electoral es casi más importante que la propia Constitución. Es la que garantiza que los electores tendrán control sobre sus representantes, y que estos cumplirán las promesas electorales. Una buena ley electoral garantiza la democracia; una mala la pervierte o distorsiona.

¿Qué es una buena ley electoral? Aquella que vincula al elector con el candidato, directamente, sin la intermediación de un partido político y con los límites de una circunscripción electoral reducida.

La llamada "representación proporcional" no es democrática, sino la respuesta del autoritarismo contra la democracia. Su inventor fue Otón von Bismarck y la diseñó para contrarrestar los deseos electorales de los "laender" alemanes.

Con esa ley Bismarck retrasó la implantación de la verdadera democracia en Alemania y creó las condiciones para el fracaso de Weimar y el advenimiento de Adolfo Hitler. Con un Reichstag regimentado, dominado por un partido estructurado sobre la base del "fuehrerpinzip" Hitler pudo, sin abolir la Constitución de Weimar, aparentemente democrática, establecer su dictadura siniestra y sangrienta.

Los autoritarios y prebendarios paraguayos – una combinación letal que se dá siempre – lograron imponer, en la Constitución de 1992, el principio de la representación proporcional, que ha terminado por destruir la democracia paraguaya. Esa norma constitucional debe ser abolida lo antes posible, por el camino que sea, para hacer que la democracia vuelva a respirar en el Paraguay.

Soy partidario de una reforma constitucional plebiscitada. Que se haga conocer al pueblo las reformas – por ejemplo repartiendo uno o dos millones de textos con la reforma – y luego que se pida el voto por el sí. No hay tiempo ni manera de hacer una nueva Convención Constituyente, que si es elegida conforme a las disposiciones actuales habrá de producir, ineludiblemente otro engendro parecido a la Constitución de 1992.

No soy constructivista, sino lo contrario; quiero que el pueblo pueda cambiar por sí mismo lo que está mal hecho – e impuesto subrepticiamente – y lo haga de la manera más rápida posible para recuperar la verdadera democracia.

Para que haya una reforma constitucional plebiscitada es preciso que antes haya nuevo gobierno. Soy partidario que se le pida a este gobierno ilegítimo y usurpador que se vaya ahora. Como venga envuelto el pedido es harina de otro costal, pero el resultado tiene que ser un gobierno provisional que se aboque a reformar la Constitución, la ley electoral y el Poder Judicial, y convoque enseguida a elecciones generales ya bajo el imperio de las nuevas disposiciones.

No pido un golpe, sino que la usurpación termine. El gobierno actual no tiene legitimidad y debe ser desplazado por el camino que haga falta.

El gobierno ilegítimo no tiene derechos; tiene culpas. Y, para recordar solamente, los paraguayos tenemos el derecho constitucional de rebelarnos contra la usurpación.

Debo insistir que lo primero que hay que hacer, una vez terminada la usurpación – comoquiera que sea- es cambiar la ley electoral para vincular directamente al elector con los candidatos. Voy a insistir sobre este tema porque me parece de importancia vital para un país que necesita de la democracia para salir del desastre y la miseria en que se encuentra.