LA LIBERTAD COMO
PALANCA DE DESARROLLO
Alberto Vargas Peña (miembro de la Fundación Libertad)
Desde 1962 vengo escribiendo, donde puedo, acerca de una comprobación
que ya entonces era categórica. Los países ricos lo son porque primero fueron libres,
mientras que los países pobres lo son porque nunca fueron libres o porque perdieron en
algún momento la libertad.
Decía yo que el Paraguay era lo que era, porque la mayor parte de su
historia había sido un país sometido al absolutismo y la opresión. Desde 1537 a 1811 el
país vivió bajo el absolutismo de los reyes de España; se abrió a la libertad desde
1811 a 1813 y luego se sumió en la obscuridad de una dictadura tenebrosa, hasta 1840;
desde 1840 a 1860 vivió un régimen de opresión más leve, pero siempre tiránico; luego
vivió el desquicio de una tiranía semi monárquica con Francisco Solano López, que
terminó en la destrucción casi total del país.
Después de un periodo de anarquía, vivió en libertad desde 1904
hasta 1932, cuando tuvo que enfrentar una segunda guerra internacional por su
supervivencia, y desde 1936 hasta 1989 vivió una larga noche dictatorial.
Veintiocho años de libertad son muy pocos y el Paraguay de hoy es la
consecuencia de la opresión. ¿Cómo hubiera podido el país sustentar cómodamente su
sociedad?
He leído, con sumo deleite, el artículo de Mario Vargas Llosa,
llamado "Pan y Libertad" que publicó ABC Color el domingo 20 de noviembre,
porque se refiere a las ideas del Premio Nobel de Economía Amartya Sen, que en su obra
"El Desarrollo como Libertad" demuestra científicamente que la libertad es el
componente básico, irremplazable del desarrollo económico. No hay pan sin libertad.
Para el Paraguay de hoy, es sumamente importante lo que sostiene el
Premio Nobel, porque la sociedad discute, todavía, si primero hay que tener pan para ser
libre o hay que ser libre para tener pan. Un debate que en el mundo ya se ha terminado.
Las instituciones paraguayas no proporcionan a su sociedad la libertad
que ella requiere para establecer las bases para el desarrollo, que no es otra cosa que el
progreso económico sostenido y sistemático, con creciente ahorro y reinversiones. Desde
1936, cuando se destruyó la Constitución de 1870, el Paraguay viene organizando un
sistema anti desarrollo que ha producido sus frutos. El Paraguay es pobre y camina hacia
la miseria.
Aquí, entonces, hay que cambiar todo, para comenzar por el principio.
Si queremos pan, es menester tener libertad. A partir de allí, las cosas vendrán como
tiene que ser. Los paraguayos construirán una sociedad que paulatinamente irá
enriqueciendose, hasta adquirir la masa crítica que le permitirá ingresar dentro de los
parámetros de país desarrollado. Si no se cambia, y no se cambia del socialismo que
tenemos al liberalismo que jamás gozamos, la sociedad de los paraguayos se irá
miserabilizando, sin solución de continuidad.
No se si los paraguayos estamos en condiciones de comprender lo que
debemos hacer. El largo periodo opresivo que hemos vivido a lo largo de nuestra
desdicahada historia, ha conformado un carácter nacional que no es tendiente a exigir la
libertad. No me equivoco al decir que, por el contrario, hay un fuerte sector que, a pesar
de sus intereses y a pesar de su miseria, cree que la solución le vendrá del cielo y por
la vía autoritaria. Vencer esa creencia, falaz pero acendrada, no será nada fácil.