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Impuesto al conocimiento

Alberto Vargas Peña (F. Libertad) 

21 de setiembre de 2000

          

Desesperado por el estado de la caja fiscal, desfondada por el sobre dimensionamiento de la burocracia y la rampante corrupción, el ministro de Hacienda Dr Federico Zayas ha presentado un programa de “salvación fiscal” que incluye la imposición de gravámenes a la educación, en sus diversas formas. Impuestos a la importación de libros y revistas, a los periódicos, a la renta de los Colegios y Universidades.

Los libros tienen ya precio prohibitivos en el Paraguay, sin el pago de impuestos. Como se pagan en dólares y los buenos libros no se editan en el país la inflación soterrada que nos aqueja – que es en sí un impuesto ilegal y perverso – hace que los precios suban sin solución de continuidad.

No es lo mismo educarse leyendo libros que dictados copiados de dictados, editados por algún estudiante emprendedor. Los Colegios privados, que son los que educan a la que después será la elite, tienen precios elevadísimos y son muy pocas las familias honorables que pueden pagarlos, sobre todo cuando se tiene más de un hijo.

El Paraguay tiene un índice de analfabetismo funcional inmenso, lo que hace que cualquier idea de modernización sea resistida con uñas y dientes por quienes no son capaces de comprenderla. Dentro de este esquema, tratar de gravar el conocimiento es una política suicida.

He sostenido desde hace mucho tiempo que el problema de la caja fiscal no es importante. Afecta a la burocracia, que es parasitaria. No afecta a la nación trabajadora. Que el gobierno no tenga dinero para pagar los salarios de sus entenados y activistas no afecta a la economía. Que la gente no tenga dinero para educar a sus hijos o para pagar la cuenta del médico, eso es importante y vital.

En el Paraguay se ha ensayado por largo tiempo el dirigismo, prácticamente desde el 10 de julio de 1940, con la consecuencia de la formación de grupos extremadamente ricos insertos en una nación generalizadamente pobre y en vías de convertirse en miserable.

En determinados momentos se aplaudió a rabiar al gobierno rico, mientras que se dejaban de lado los problemas que presentaba la creciente pauperización de la sociedad. Los síntomas del desastre se atisbaban ya en 1964, y así lo denunciábamos en LA LIBERTAD , periódico oficial del Partido Liberal, Fernando Levi Ruffinelli, Enrique Bordenave, Eusebio Baez Mongelós y yo. Ahí están las hojas amarillentas, como testigos de lo que afirmo.

El empresariado paraguayo eligió, en determinado momento, tratar y contratar con el gobierno, como medio idóneo para desarrollarse, y lo único que obtuvo al final es la bancarrota generalizada. Hoy se encuentra en una situación límite, de la que no sabe salir porque el criterio que siempre tuvo, y formó parte de sus soluciones de manual, ya no sirve.

La cuestión es que hoy, frente a los programas del Dr. Zayas, que incluyen impuestos al conocimiento, pocos se alzan preconizando las soluciones que son conducentes: Desmonopolización, desregulación, privatización, reducción radical de la burocracia, descentralización. Todo eso puede reducirse en una sola palabra que pocos se atreven a pronunciar: Libertad.

Si se lo deja al Dr. Zayas llenar la caja fiscal a costa del conocimiento, será el primer paso hacia un nuevo dirigismo, en el cual se hará prevalecer la necesidad de la burocracia sobre la necesidad de la nación. Y el Paraguay se seguirá hundiendo, cada día más rápido, en el subdesarrollo y la miseria.

         En cuanto a mí, seguiré bregando para que no haya impuestos al conocimiento y para que haya la menor cantidad de impuestos posibles, destinados exclusivamente a sostener un gobierno pequeño, pobre, limitado, que no afecte la gestión privada sino que preserve el cumplimiento de las leyes de la justa y honrada competencia. 

 

    

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