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Lo que ocurrió el 13 de agosto

Alberto Vargas Peña (F. Libertad) 

22 de agosto de 2000

  

 El 13 de agosto del 2.000 en el Paraguay se vino abajo una estructura que parecía invencible. La ANR o Partido Colorado, dueña del poder en el Paraguay desde el 13 de enero de 1947, y única responsable de la situación paraguaya, perdió las elecciones que nominalmente debían elegir un vicepresidente, pero que en realidad y por imperio de los artículos 227 y 234 de la Constitución elegían presidente.

La ANR no llegó unificada a estas elecciones sino dividida en dos; por una parte el oficialismo argañista y por la otra el oviedismo, que apoyó a la lista 2 de Julio Cesar Franco, candidato del Partido Liberal. Esa división se produjo porque el argañismo acusó, en falso, al oviedismo de haber asesinado al Dr. Luis María Argaña, vicepresidente de la República al momento de su muerte. La persecución que siguió a los hechos de marzo de 1999, abrió una brecha profunda entre las dos facciones coloradas.

La cuestión es que Julio César Franco basó su campaña electoral en una consigna: El cambio que el país necesita. Esa consigna podía significar única y exclusivamente que el Dr. Franco se jugaba, no la vicepresidencia sino la presidencia de la República. No se pueden hacer cambios desde la vicepresidencia.

¿Por qué el Dr. Franco debe ser presidente? Porque la Constitución establece con claridad meridiana que el vicepresidente electo es quien debe suceder al presidente muerto, renunciante o inhábil. Solamente el vicepresidente electo puede completar el mandato vacante. He aquí que la Corte Suprema de Justicia paraguaya, violando todas las disposiciones constitucionales que le conciernen, decidió que el interinato previsto en la Constitución era definitivo, con el peregrino argumento de que, en el momento en que el presidente del Senado sucedía al presidente renunciado, dejaba de haber vacancia. Una doctrina solamente sostenible en el Paraguay y en la actualidad.

El senador Luis González Macchi se instaló en la presidencia de la República apoyado en ese fallo aberrante, y en las Fuerzas Armadas.

¿Cuál entonces podría ser el cambio que el país necesita y que Franco reivindicó en su promesa electoral? ¿Acaso podía ser otro que el relevo del usurpador? La gente votó a Franco para que cumpla su promesa de cambiar el país, y el cambio solamente puede comenzar cambiando a González Macchi.

Algunos, que juegan con cartas marcadas, quieren hoy cambiar las cosas y hacer que Franco incumpla su promesa para poder negociar con González Macchi una continua presencia colorada. Querían utilizar a Franco para desalojar a los argañistas, y ahora quieren utilizar a González Macchi para neutralizar el triunfo de Franco. Una jugada hábil, que no proviene del oviedismo sino de algún sector de la llamada “Convergencia Colorada”.

La postura de Franco hasta ahora no es bien clara porque probablemente está esperando que termine la ordalía del recuento de los votos que han sido contados ya cuatro veces. Pero cuando ello ocurra, no puede olvidarse de que llegó al triunfo electoral a caballo de una palabra mágica: Cambio.

         Fueron los oviedistas los colorados que más contribuyeron a su triunfo. Con ellos debe hacer una alianza efectiva para consolidarlo y dar la batalla final. Y la batalla final es llegar ahora y enseguida, a la presidencia de la República, para hacer de inmediato los cambios que el pueblo necesita, que el ofreció realizar y que el pueblo aceptó con sus votos.  

 

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