A
medida que se acercan las elecciones del 13 de agosto el gobierno va
adquiriendo conciencia de que será inevitablemente derrotado. Su
apoyo electoral es prácticamente inexistente, reducido como está
al argañismo y a sus aliados del Partido Encuentro Nacional que no
tiene electores. La conciencia de su derrota lo hace suspirar por el
apoyo del oviedismo, que significa mucho más del cincuenta por
ciento del electorado republicano.
El
Dr. Magno Ferreira Falcón, que no es un improvisado en política,
comenzó la semana pasada a tratar de correligionarios a los
oviedistas, olvidando que ayer nomás los trataba de banda de
asesinos.
Bader
Rachid Lichi, el presidente de facto e ilegítimo hasta las heces,
de la Junta de Gobierno de la Asociación Nacional Republicana
afirmaba que los colorados deben olvidar agravios y acudir juntos
a las urnas olvidando que uno de los mayores agraviantes era
precisamente él.
Ahora
el Canciller, que hasta ayer afirmaba que al criminal Oviedo hay
que extraditarlo se muestra cauteloso y dice que en el caso
Oviedo es indudable que existe un fuerte componente político y
ha instado a los legisladores encuentristas wasmosistas a
que no traten de influir sobre la Justicia brasilera.
Pronto,
si no pueden encontrar la manera de suspender los comicios del 13 de
agosto, el oviedismo pasará de ser el enemigo público numero uno
al mejor amigo con que uno pueda contar y su jefe, Lino Oviedo dejará
deser el asesino prófugo para convertirse en el Gral. que trajo
la libertad al país, el correligionario sin mácula del que
hablaba, no hace mucho, Juan Carlos Galaverna.
Ocurre
que todos los esfuerzos para ganarse al oviedismo prescindiendo de
Oviedo han resultado vanos. Los pocos dirigentes que compraron
porque esa es la verdad desnuda, los compraron quedaron instantáneamente
huérfanos de pueblo. El oviedismo, como todo fenómeno populista,
responde únicamente al líder, y ese es Lino César Oviedo.
La
derrota en las elecciones del 13 de agosto determinarán,
indudablemente, la caída del gobierno. El propio senador González
Macchi reconoció que será un plebiscito. Se votará a favor
o contra el gobierno, y la contra, hasta ahora, está ganando y por
un margen muy amplio.
No
se concibe que coexistan un presidente designado por una disposición
absurda de la Corte Suprema de Justicia un vicepresidente elegido
por el pueblo en unas elecciones en las cuales se juega la suerte
del gobierno.
En
unas simples elecciones municipales la monarquía se desplomó en
España, porque el pueblo las utilizó como un referendum.
El
13 de agosto habrá un referendum, y la derrota del gobierno,
aparentemente inexorable, quita el sueño al sector oficialista.
Las
consecuencias de una derrota del gobierno el 13 de agosto son fácilmente
previsibles: Se afirmará la democracia porque el gobierno electo no
podrá sostenerse sin acuerdos con alguna fuerza política, que
indudablemente será el oviedismo. El Partido Liberal tendrá que
abrir las puertas que hasta ahora están cerradas desde el fatídico
marzo de 1999.
Se
habrá hundido en la ANR, partido de gran gravitación, el sector más
cerril, el que mantienen a toda costa el poder desde el 25 de agosto
de 1947. Y habrá desaparecido el ensayo de tercer partido, con el
colapso del Partido Encuentro Nacional.
Si
gana el gobierno, se consolidará la dictadura argañista y se abrirá
un periodo de inestabilidad tremenda en el Paraguay. Yo espero que
por el bien de los paraguayos y la democracia, gane la contra y que
las cabriolas del gobierno no tengan otro resultado que la
carcajada.
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