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Sutiles cabriolas del gobierno

Alberto Vargas Peña (Fundación Libertad)

21 de junio de 2000

     

A medida que se acercan las elecciones del 13 de agosto el gobierno va adquiriendo conciencia de que será inevitablemente derrotado. Su apoyo electoral es prácticamente inexistente, reducido como está al argañismo y a sus aliados del Partido Encuentro Nacional que no tiene electores. La conciencia de su derrota lo hace suspirar por el apoyo del oviedismo, que significa mucho más del cincuenta por ciento del electorado republicano.

El Dr. Magno Ferreira Falcón, que no es un improvisado en política, comenzó la semana pasada a tratar de “correligionarios” a los oviedistas, olvidando que ayer nomás los trataba de “banda de  asesinos”.

Bader Rachid Lichi, el presidente de facto e ilegítimo hasta las heces, de la Junta de Gobierno de la Asociación Nacional Republicana afirmaba que “los colorados deben olvidar agravios y acudir juntos a las urnas” olvidando que uno de los mayores agraviantes era precisamente él.

Ahora el Canciller, que hasta ayer afirmaba que “al criminal Oviedo hay que extraditarlo” se muestra cauteloso y dice que “en el caso Oviedo es indudable que existe un fuerte componente político” y ha instado a los legisladores encuentristas – wasmosistas – a que “no traten de influir sobre la Justicia brasilera”.

Pronto, si no pueden encontrar la manera de suspender los comicios del 13 de agosto, el oviedismo pasará de ser el enemigo público numero uno al mejor amigo con que uno pueda contar y su jefe, Lino Oviedo dejará deser el asesino prófugo para convertirse en el “Gral. que trajo la libertad al país, el correligionario sin mácula” del que hablaba, no hace mucho, Juan Carlos Galaverna.

Ocurre que todos los esfuerzos para ganarse al oviedismo prescindiendo de Oviedo han resultado vanos. Los pocos dirigentes que compraron – porque esa es la verdad desnuda, los compraron – quedaron instantáneamente huérfanos de pueblo. El oviedismo, como todo fenómeno populista, responde únicamente al líder, y ese es Lino César Oviedo.

La derrota en las elecciones del 13 de agosto determinarán, indudablemente, la caída del gobierno. El propio senador González  Macchi reconoció que será un plebiscito. Se votará a favor o contra el gobierno, y la contra, hasta ahora, está ganando y por un margen muy amplio.

No se concibe que coexistan un presidente designado por una disposición absurda de la Corte Suprema de Justicia un vicepresidente elegido por el pueblo en unas elecciones en las cuales se juega la suerte del gobierno.

En unas simples elecciones municipales la monarquía se desplomó en España, porque el pueblo las utilizó como un referendum.

El 13 de agosto habrá un referendum, y la derrota del gobierno, aparentemente inexorable, quita el sueño al sector oficialista.

Las consecuencias de una derrota del gobierno el 13 de agosto son fácilmente previsibles: Se afirmará la democracia porque el gobierno electo no podrá sostenerse sin acuerdos con alguna fuerza política, que indudablemente será el oviedismo. El Partido Liberal tendrá que abrir las puertas que hasta ahora están cerradas desde el fatídico marzo de 1999.

Se habrá hundido en la ANR, partido de gran gravitación, el sector más cerril, el que mantienen a toda costa el poder desde el 25 de agosto de 1947. Y habrá desaparecido el ensayo de tercer partido, con el colapso del Partido Encuentro Nacional.

Si gana el gobierno, se consolidará la dictadura argañista y se abrirá un periodo de inestabilidad tremenda en el Paraguay. Yo espero que por el bien de los paraguayos y la democracia, gane la contra y que las cabriolas del gobierno no tengan otro resultado que la carcajada. 

 

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