EL ESTADO LIBERAL
Y LOS IMPUESTOS
Alberto Vargas Peńa (miembro de la Fundación Libertad)
Fue en la Carta Magna donde los barones ingleses impusieron al Rey Juan
Sin Tierra la obligación de consultar con la representación de los nobles para obtener
la contribución a sus arcas: "No habrá contribución sin representación", fue
el principio que impusieron. Desde entonces los liberales condicionan la contribución al
poder administrador, a la decisión, acuerdo y control de la "representación".
Es la "representación" entonces la que en un estado liberal
decide cómo se contribuye, y quien y cuanto lo hacen. Como el estado liberal es un estado
no de "derecho" sino de "justicia" que no es lo mismo, el
"quien" son todos, el "como" es el de la manera más fácil y el
"cuanto" es lo menos posible.
La contribución en un estado liberal tiene límites de los cuales no
se puede salir por más mayoría que la vote, y ese límite es el que impone la necesidad
de preservar la propiedad privada y su desarrollo. Para los liberales la propiedad privada
es la base de la libertad.
El estado liberal exige, además, una "representación"
legítima. No es cualquier representación, ni la representación de partidos políticos
ni una con mandato abierto. Es una representación férreamente vinculada a un electorado
tangible que tiene mandato cerrado. El representante debe obedecer lo que quiere su
electorado y cumplir la promesa electoral.
Por ello, la "representación proporcional" no tiene cabida
en la democracia liberal.
Solamente la "representación" legítima garantiza que la
contribución quedará limitada. La representación proporcional se convierte en
representación de las cúpulas partidarias, y tiende inevitablemente a aumentar los
gastos de la Administración, sobre todo si es "su" Administración. En el
Paraguay el ejemplo es fehaciente. Los resultados de la representación proporcional
están a la vista.
Por otra parte, solamente la representación legítima asegura el
control de lo contribuido. La representación proporcional tiende, inevitablemente, a no
controlar los gastos de la Administración manejada por un partido político.
Así, los gastos crecen y es inevitable que se exija al pueblo cada
día mayor contribución con cualquier pretexto. Si representación genuina o legítima,
no hay control posible de la contribución.
En el estado liberal la contribución es exigible solamente cuando
existe la contrapartida del cumplimiento de los fines del gobierno: Garantizar la
seguridad, y la salud de los contribuyentes. El gobierno liberal no tiene otra misión.
Todo lo demás debe hacerlo la iniciativa privada en completa libertad.
De esto deviene el derecho de los contribuyentes de no contribuir
cuando un gobierno rebasa los límites, destruye la representación legítima o avasalla
la justicia. La resistencia a la contribución entonces forma parte del derecho de
rebelión, que los liberales reivindicamos contra los gobiernos dictatoriales o
tiránicos.
Todo esto lleva a demostrar que el impuesto no es sagrado para los
liberales, sino que es una contribución limitada, aceptada por una representación
legítima, que tiene exigencias de contrapartida. A partir de esta forma de pensar, es que
se puede hablar de establecer contribuciones.
En el Paraguay ha primado una forma de pensar diferente, y los
resultados cantan. Es un país pobre, misérrimo, sin esperanza alguna de poder
desarrollarse en las condiciones actuales.