George
W. Bush, presidente electo de los Estados Unidos, basó su programa
de gobierno en una reducción substantiva de los impuestos, que
importan 1.3 billones de dólares. La gente que lo votó lo hizo, en
gran parte, en razón de esa promesa electoral.
Su
primera declaración como presidente electo, dada a la revista
Times, fue que la reducción de impuestos no es negociable ,
no porque sea una cuestión de derecha, centro o izquierda es
decir ideológica sino porque es un seguro contra una posible
desaceleración económica.
Pertenezco
a la escuela de pensamiento que dice que es necesario reducir todas
las tasas marginales para alentar el crecimiento económico. Se
trata de una medida económica que se estima indispensable.
Si
Bush considera una baja de impuestos como medida previsora para
evitar una recesión económica es de imaginar que montos serían
necesarios reducir para salir de una crisis como la que vive el
Paraguay. Si hubiera habido algún funcionario inteligente en el
Paraguay, capaz de comprender el verdadero funcionamiento de la
economía, hace tiempo que mi propuesta de reducir substancialmente
los impuestos hubiera tenido eco, y la crisis, no se hubiera evitado
tal vez, pero no hubiera llegado a los niveles a los que ha llegado.
En
el Paraguay las cosas se hacen al revés de manera sistemática y
persistente. Cuando aparecieron los primeros síntomas de la crisis
en lugar de reducir la burocracia mediante la reducción de los
impuestos, se hizo exactamente lo contrario; el resultado fue la
exacerbación de la crisis.
El
simple hecho de mantener los impuestos a los niveles existentes hizo
que la recaudación cayera en picada y los problemas financieros del
fisco entraran en una fase de
insolubilidad manifiesta. A la corrupción galopante se agregó
el fenómeno de la estupidez
, lo cual constituye una combinación letal.
Lamentablemente
cuando yo solicitaba desde el periodismo la reducción de los
impuestos en una medida substancial como para que tuviera efectos
inmediatos, una gran cantidad de empresarios minimizaba la situación
diciendo que había que contemplar las necesidades del fisco.
La situación actual no se debe solamente a la escasa inteligencia
de los funcionarios públicos.
La
solución a toda crisis económica comienza por aliviar la carga a
quienes crean riqueza, de manera que puedan sobrellevar el trance y
seguir contribuyendo. El aumento de los impuestos es, desde luego,
una pésima medida siempre, y fatal para los tiempos de crisis.
Impuestos bajos, indirectos y fáciles de pagar son los que
posibilitan la creación de riqueza y la continuidad de la
contribución.
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