La
sede central de la Policía Federal Argentina es, al mismo tiempo,
prisión para los que esperan juicios de extradición. En esa
condición estaban allí dos delincuentes de poca monta paraguayos,
asaltantes de supermercado y omnibuses, acusados, sin más pruebas
que la acusación de un testigo falso, de haber atentado contra el
Dr Luis Maria Argaña, que fue en vida vicepresidente de la República.
No
se sabe a ciencia cierta si Argaña murió en el atentado o de
muerte natural. La historia clínica y la autopsia, dos instrumentos
que hubieran debido decir sin duda alguna cómo murió, fueron
cuidadosamente redactadas para que no dijeran nada. Es que
probablemente Argaña murió en su domicilio el 22 de marzo de 1999,
liquidado por un cáncer terminal de colon que todo el mundo sabía
que padecía y del que resultó milagrosamente sano cuando apareció
su cadáver.
El
caso Argaña fue manipulado desde el principio. José Alberto Planás,
un minuto después de llegar al lugar donde reposaba, sentado como
una esfinge y duro como una piedra, helado como un témpano, el Dr.
Argaña, gritó que el asesino era el Gral Lino César Oviedo, y a
partir de allí la leyenda se extendió. No importó que Sisley
Pinto Penayo haya declarado que a ella, que abrió la puerta de la
camioneta y fue la primera en tocar el cadáver de Argaña, extrañamente
pálido y exangue, le pareció que el Dr. llevaba varias horas
muerto.
Tampoco
importó que ninguna bala fuera encontrada en su cuerpo ni que las
trayectorias posibles no fueran mortales ni de lejos. Importó mucho
menos que apareciera un testigo falso, Gumersindo Aguilar, quien
involucró a una serie de personas que según él habían asistido a
una reunión donde aparecía una persona que llevaba muerta más de
dos semanas.
Los
medios de Juan Carlos Wasmosy dieron por finalizado el caso y el
juez no investigó nada, sino que siguió
las vías por donde Gumersindo Aguilar quiso conducirlo,
hasta que se topó con la verdad de la
falsedad de su testigo estrella, que en ese momento
desapareció por completo.
Entonces
mataron a Coco Villar diciendo que era uno de los sicarios y
de pronto apareció, en forma de milagro, alguien que se
confesó participante del atentado pero inocente de las muertes, ya
que solamente disparó esa fue su afirmación contra el único
que salió ileso. Los dos presos en Buenos Aires y ahora fugados serían
los verdaderos asesinos sicarios les dicen, de Lino Oviedo.
Félix Argaña ya propala por todas partes que los dos pícaros
fueron liberados gracias a una conspiración De la Rúa Oviedo.
¿Qué
pudo haber pasado? ¿Hubo descuido o complicidad en los policías
argentinos que se dejaron madrugar tan fácilmente. Uno de los
fugados es un delincuente argentino con algunos escapes en su haber.
Pudo haber capitaneado la fuga en un momento de descuido. Pero también
puede ser que se haya acoplado a los dos paraguayos de profesión
descuidistas y asaltantes tanto si fueron ellos los que
planificaron la huida como si recibieron ayuda exterior.
¿Qué
creo yo? A esta altura de las cosas, y porque se niegan a hacer las
cosas bien y a
investigar en serio lo ocurrido, creo que Argaña murió en su cama
entre las 18:00 y las 22:00 hs del día 22 de marzo de 1999 y el
atentado lo organizaron quienes estaban conspirando para hacerse con
el poder. Si es así, es posible que estos dos pícaros fugados
hayan participado en el atentado que costó la vida al
guardaespaldas de Argaña, y debió costarle lo mismo al conductor
de la camioneta.
Y
entonces es posible que los hayan ayudado a escapar, para hacerlos
pasar a mejor vida.
Todo es posible.
Por
supuesto, estoy dispuesto a cambiar mi pensamiento apenas venga un
patólogo independiente, confiable, que diga he examinado el cadáver
y puedo afirmar, por estas razones científicas, que las balas
encontradas pegaron en un organismo vivo y no en uno muerto, y que
fue tal bala, de tal calibre y con tal trayectoria la que interesó
tal órgano. Pero mientras eso no suceda, seguiré con mi tesis
de considerar que fueron los que asaltaron el poder los que
fraguaron el atentado, mataron a Coco Villar y están detrás de
estos dos pícaros, que harían bien en cuidarse mucho.
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