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Reformas, ¿para qué y para quiénes?

Alberto Vargas Peña (Fundación Libertad)

18 de mayo de 2000

  

Las reformas del Estado se hacen con un solo propósito legítimo: beneficiar a la sociedad en su conjunto, es decir, para que los contribuyentes paguen menos impuestos, para que los impuestos sean mejor administrados, para que los consumidores consigan más bienes, de mejor calidad y más baratos. Las reformas se hacen para que la sociedad tenga un mejor nivel de vida.

Como el nivel de vida de la sociedad depende exclusivamente del crecimiento de la economía, las reformas son esencialmente económicas; y como la economía depende de la organización política – sobre todo de la libertad – las reformas tienen que ser también políticas.

Cuando la economía crece, el nivel de vida de la sociedad aumenta; cuando la economía decrece, disminuye; esta es una verdad de perogrullo, que no es comprendida ni por los políticos, ni por los sindicalistas, ni por las organizaciones campesinas en el Paraguay.

Cada una de estas “clases” pretende hacer reformas o mantener lo existente, atendiendo exclusivamente a sus intereses sectoriales, que la mayoría de las veces conspiran contra el crecimiento global de la economía.

Por otra parte, las dos principales organizaciones financieras internacionales, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, buscan las reformas en los países endeudados, con el propósito de que sus gobiernos puedan pagar los intereses generados por las deudas y la deuda misma. Esas reformas son realizadas en base a recetas que nada tienen que ver con el propósito legítimo de la reforma para crecer y prosperar.

En un país como el Paraguay, donde no existe un pensamiento claro ni democrático, es lógico que haya una enorme desorientación con respecto a las reformas. Si no se puede pensar bien por defectos de la educación y el conocimiento, y si no se tiene criterios democráticos, no se puede comprender que las reformas deben ser hechas para beneficio de la sociedad en su conjunto – y no del gobierno o de algún sector – y que deben ser aprobadas por el pueblo mediante el sufragio.

Está claro que las reformas beneficiosas pueden surgir de gobiernos autoritarios – caso de Chile – pero no tendrán continuidad – otra vez caso de Chile que se encuentra a punto de involucionar - .

Y el desarrollo, que es la suma de bienes que acumula la sociedad y aumenta su nivel de vida, no se produce, porque se evoluciona e involuciona, se avanza y se retrocede.

Si las reformas paraguayas no tienen en cuenta que se hacen para la sociedad en su conjunto, es decir para que esta pague menos impuestos y obtenga más bienes , de mejor calidad a menor costo, y no se las hace con el apoyo de una mayoría del pueblo expresada en una consulta comicial, tendrán en destino de muchas de las reformas latinoamericanas: un corto lapso de éxito y un retorno a lo anterior una vez modificada la situación política.

Lamentablemente lo que se nota es que las reformas serán realizadas sin tener en cuenta el propósito legítimo, y sin escuchar, para nada, la verdadera voz del pueblo, que no se expresa en las plazas o en las rutas cortadas ni en invasiones de tierras, sino por medio del voto.

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