Nada hay más salvaje y cobarde que el terrorismo, esa forma de guerra
que solo practican los bárbaros. Matar en forma indiscriminada,
para causar terror, es inhumana. Cuando dos ejércitos chocan o dos
naciones se enfrentan, armadas, se puede esperar actos de supremo
coraje o infame cobardía, pero quienes luchan lo hacen en pié de
igualdad.
Ambos contendientes están armados y combaten contra quienes también lo
están. El terrorismo es otra cosa. Ataca a los inocentes con el
objetivo de causar desmoralización y miedo en quienes se considera
"enemigo". El terrorista es un criminal que actúa en la
sombra. Ahora, la nueva forma de guerra adoptada por algunos pueblos
que se encuentran francamente en estado de salvajismo y barbarie, es
el terrorismo.
Lo
ocurrido en Nueva York ayer 11 de septiembre del 2.001 era
previsible, aunque de difícil, muy difícil neutralización.
Secuestros de aviones comerciales ocurren todos los días, y es muy
difícil considerar que se pueda derribar una aeronave con cien
pasajeros inocentes sin saber cuales son las intenciones del
secuestrador.
Esto
posibilitó la cobertura que necesitaban los salvajes para asestar
un golpe dolorosísimo, pero absolutamente ineficaz, al coloso
estadounidense. Muchas son las fallas de los estadounidenses en política
exterior, pero como me dijo mi hijo en una conversación telefónica
"prefiero mil veces vivir bajo el imperio estadounidense que
bajo la barbarie talibán". Todos los libres del mundo tenemos
esa preferencia, aunque de pronto nos duela saber que hay un imperio
y que ese imperio no procede como nosotros querríamos que
procediera.
El
ataque a Nueva York, la ciudad más libre y abierta en el país más
libre y abierto del mundo, es simbólico. Los terroristas atacaron
Nueva York porque es libre, no porque tenga alguna importancia
militar estratégica. Atacaron la libertad, procurando que Estados
Unidos se vuelva un estado policíaco, aterrados por el golpe.
Estoy
seguro que conseguirán lo contrario. Creo que los estadounidenses
despertarán, no para ser menos libres sino para tomar decisiones drásticas
y definitivas con los salvajes. La barbarie tiene que acabar, y
paradojalmente, probablemente el ataque a Nueva York sea el
principio del fin.
Hay
que acabar con el terrorismo dondquiera que se encuentre; acabar con
los campos de entrenamiento y los países que tienen políticas
terroristas. Hay que defender la libertad aniquilando a sus
enemigos.
Creo
que el pueblo estadounidense no aceptará de su gobierno nada menos
que una victoria total contra el terrorismo. Si no lo hace el
gobierno, lo hará el pueblo.
Creo
que es la oportunidad de los estadounidenses de recuperar el
liderazgo mundial acabando con el terrorismo pero también buscando
que en todas partes impere lo que ellos tienen y preservan: La
libertad.
|