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Los dueños de la violencia

Alberto Vargas Peña (F. Libertad) 

17 de agosto de 2000

   

¿Hasta qué punto el mundo creyó en la historia propalada por el actual gobierno usurpador paraguayo en marzo de 1999? Se la creyó íntegra. Un buen lobby de prensa siempre produce estos resultados. El gobierno depuesto se encontró envuelto en una conspiración que no comprendía y cayó, siendo acusado de crímenes que no había cometido.

¿Quiénes llevaron adelante la conspiración? Juan Carlos Wasmosy, ex presidente cuyos negocios con William Clinton a través de Mark Jiménez le estaban produciendo una facturación anual de 300 millones de dólares, fruto de la venta de electrónica y armas por Ciudad del Este, con la complicidad, por supuesto, de Maura Harty la embajadora de los Estados Unidos; José Alberto Planás, hombre de Gustavo Stroessner, quien intenta recuperar sus emolumentos provenientes de Itaipú, la mayor represa del mundo; la familia Argaña, que intentaba cerrar el extraño caso de la muerte de Luis María Argaña, sin investigación seria de ninguna clase y por fin Guillermo Caballero Vargas, cuya empresa Manufactura de Pilar SA se encontraba en cesación de pagos, por causa de una deuda impagable de más de 42 millones de dólares.

Esta gente provocó la caída del gobierno y engañó al mundo, que no quería analizar nada del Paraguay, este pobre país situado en el ombligo del mundo.

Cuando el gobierno de “unidad nacional” se puso en marcha todos

Creyeron que el Paraguay aprobaría lo hecho – porque el lobby periodístico hablaba de mayorías populares que nunca existieron – y las cosas serían encarriladas. Pero no ocurrió así. El gobierno usurpador tuvo que convertirse en una dictadura persecutoria porque era el más impopular de la historia, hasta que asqueó a sus propios aliados.

El argañismo siempre fue el sector más violento y retrógrado de la ANR

O Partido Colorado. Ellos son sinónimo de barbarie y violencia. Cualquier paraguayo lo sabe, pero el mundo se empeña en considerarlos “políticos” porque solamente recibe las noticias que les envía el lobby de Wasmosy, cuya fortuna se calcula en 2.500 millones de dólares, una de las mayores de Sudamérica y entre las 500 fortunas personales mayores del mundo.

El 13 de agosto fueron realizadas las elecciones para vicepresidente, que en realidad y según los artículos 227 y 234 de la Constitución, deben servir para entronizar un nuevo presidente, y las ganó Julio César Franco, del Partido Liberal Radical Auténtico, con el apoyo de la Convergencia Colorada, sector que incluye al UNACE, movimiento liderado por Lino César Oviedo. Y entonces apareció sin máscara la cara de la violencia.

Desde luego los argañistas habían estado amenazando con hacer estallar la guerra civil si perdían las elecciones. Ningún fiscal ni juez se dio por aludido ante esta flagrante violación del Código Electoral. Un Ministro del Supremo Tribunal de Justicia Electoral advirtió de posibilidades de violencia, cuando nada hacía suponer tal cosa. Juan Manuel Morales, wasmosista, no fue siquiera reprendido.

La victoria opositora se dio claramente, en unas elecciones limpias y pacíficas y he aquí ahora que los argañistas atracan – impunemente – el STJE para violentar los resultados y ningún fiscal actúa ni la Embajada de los Estados Unidos dice esta boca es mía. Antes, hablaban hasta por los codos, con el Sr. Mc Farland por delante; ahora que los violentos se han quitado el disfraz, guardan silencio.

         Y el pueblo paraguayo sufre ante el silencio del mundo – para nosotros no hay Vargas Llosas que se quejen con resonante voz – el agravio de una pandilla de bárbaros, que, por una vez más, pretenden aplastar la voz genuina del pueblo. 

 

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