Un
religioso católico era imposible que fuese de otra secta ha
dicho en el Paraguay, que la tierra es de Dios. ¿De cual
Dios? ¿De Jehová, y entonces es de aquellos que creen en él? ¿De
Cristo, y entonces es de los cristianos? ¿ De Zeus, y entonces es
de los que creen en el dueño del Olimpo? ¿De Osiris? ¿De Siva? ¿De
Tao?
Los
disparates están a la órden del día en el Paraguay.
Legalmente
la tierra en el Paraguay es o de sus propietarios o del Estado. De
nadie más. Y la propiedad no tiene, como gustan decir los
comunistas y sus compañeros de ruta, ninguna hipoteca social.
Es un factor económico, que puede ser utilizado en el momento en
que su propietario lo considere oportuno.
Me
preguntaban, el otro día, si creía lícito que un solo propietario
tuviera cuatrocientas mil hectáreas. Dije que sí, mientras pudiera
mantenerlas.
Creo
que la tierra tiene que pagar impuestos y que quien no los pueda
pagar debe venderla o regalarla. Si una hectarea debe pagar equis dólares
en impuestos, tendrá que producir para poder pagarlos, o su
propietario deberá destinar esos fondos si la quiere mantener
improductiva o en reserva.
Si
el propietario no puede pagar, deberá venderla, y así se transmite
legítima y productivamente la propiedad rural. Quien compre esa
tierra tendrá que pagar los mismos impuestos, y por tanto habrá
hecho sus cálculos de producción.
El
religioso que lanzó la peregrina especie de que la tierra es de
Dios debe haber sido transplantado por una máquina del tiempo
desde el pasado. Ni pertenece a Dios ni a quien la trabaja. El
imperio comunista hace años que pasó a la historia, precisamente
porque económicamente era inviable. La tierra ha vuelto a ser de
los rusos que la adquirieron en propiedad. El experimento socialista
fracasó.
Hubo
un experimento católico anterior al socialista, y los monjes
acapararon una buena parte de Inglaterra para su propio provecho.
Entonces afirmaron que la tierra era de Dios que se las había dado
a las Abadías inglesas.
Enrique
VIII terminó con ese cuento y de paso con el catolicismo en
Inglaterra. Los católicos lo difamaron por siglos, pero las tierras
pasaron a producir para la gente y a ser un factor económico de
primer órden. El Dios católico, enfurecido, castigó a Inglaterra
haciendola próspera y poderosa.
Bajo
Isabel I, la hija de Enrique, la Inglaterra agrícola pasó a ser la
primera potencia mundial. ¿Obra de los campesinos? No, de los
terratenientes que sabían como hacer para que la tierra produjera.
En
el Paraguay la tierra en manos de los minifundiarios salvo
aquellos nucleados en cooperativas de producción no producen ni
para el sustento de sus propietarios. No habría hambre en el país
si esto fuera diferente. ¿Y para darles tierras a esos campesinos
que no saben producir ni para sí mismos se ha de despojar a los que
producen para bien de la sociedad en su conjunto?.
Solamente
a un religioso católico se le puede ocurrir semejante disparate.
Pero
el disparate es atractivo para aquellos que no tienen que comer a
causa de las estupideces de los gobiernos que esquilmaron al país
desde 1940. Ellos no se van a detener a pensar que la economía los
ha marginado y que debe ser la economía en su conjunto la que
resuelva al final su angustioso problema. El discurso estúpido del
religioso, que además pasa por ser representante de una deidad,
calará hondo, y procederán en consecuencia.
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