PROGRESAR NO ES
CUESTIÓN DEL GOBIERNO
Alberto Vargas Peña (miembro de la Fundación Libertad)
Escuché íntegro el discurso del nuevo presidente argentino, Fernando
de la Rúa. Fue un esfuerzo bastante significativo, puesto que fue innecesariamente
extenso. No encontré en él una sola idea nueva. Todo se redujo a una repetición triste
y monocorde de los viejos lugares comunes y las viejas expresiones de deseos de todos los
gobiernos entrantes latinoamericanos desde que yo tengo consciencia.
El caso es que de la Rúa, igual que sus antecesores, le ha dicho al
pueblo argentino que la solución de sus problemas consiste en el aumento de los
impuestos. Todo "ajuste" latinoamericano pasa por aumentar los impuestos y
cargar lo que ya estaba cargado, para evitar el progreso y la acumulación del ahorro para
la formación de capitales.
"Hay que resolver el problema del déficit" dicen, y en
lugar de reducir drásticamente los gastos los aumentan, y "hay que resolver el
problema económico repiten, y en lugar de quitarle controles y bajar los
impuestos, los aumentan. No es el Paraguay solo el que hace las cosas al revés.
A Fernando Henrique Cardozo le encantó el discurso. "Dijo lo que
yo quería oir" repitió ante la prensa internacional que, como siempre,
trató el tema sin espíritu crítico. A quienes no gustó el discurso fue a los
argentinos, que votaron a de la Rúa por no votar a Duhalde, que aparecía como peor, y
porque no tenían a Menem como candidato.
"Hay desorden dejado por el gobierno anterior" dijo de
la Rúa y en lugar de hacer orden reduciendo los gastos y eliminando las fugas de dinero,
aumenta los impuestos. Echa vino a la copa rota y espera que se mantenga.
A esta altura de las cosas- no han pasado cuarenta y ocho horas del
gobierno de de la Rúa los argentinos se preparan para enfrentar un nuevo desastre.
Con aumento de impuestos sin disminución de gastos y con la probable
incorporación masiva de los correligionarios al Presupuesto la Argentina
iniciará, fatalmente, un nuevo proceso de paralización del crecimiento con aumento del
déficit. El resultado ya sabemos cual es: La hiperinflación.
Dice Samuel Huntington que la América Latina no puede ser considerada
como " Occidente". Es cierto; forma parte de un mundo extraño, que vive de la
ilusión celestial y el desprecio a la realidad; de un mundo que reclama honestidad
haciendo todo lo posible para organizar el "robo para la Corona" y que pretende
la democracia despreciando profundamente al pueblo y sus derechos.
Debo confesar que nunca tuve mucha fe en de la Rúa, un radical
típico, de la misma clase de los que hundieron la economía argentina en la década de
los treinta. Ese partido no ha cambiado nada, y sigue manteniendo las mismas banderas que
hicieron posible el surgimiento del primer peronismo en 1946 y del menenismo en 1989. No
ha aprendido nada.
La Argentina entrará en un periodo regresivo que seguramente nos
afectará a nosotros en gran medida, pero antes dará impulso nuevo a las viejas ideas que
parecían superadas. Al final, yo creo que la razón entrará en América Latina, pero
para que ello ocurra pasará todavía mucho agua bajo los puentes.
¿Cuándo será que los latinoamericanos , libres de la estupidez que nos oprime desde
hace siglos, nos demos cuenta que el progreso no es cuestión de los gobiernos?