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La intervención tripartita

Alberto Vargas Peña (F. Libertad)

14 de diciembre de 2001

Estados Unidos, Brasil y Argentina, fueron quienes establecieron, en marzo de 1999, el gobierno ilegítimo y usurpador de Luis Ángel González Macchi, mediante un golpe de estado que consistió en el aprovechamiento de una muerte natural disfrazada de asesinato, en un enfrentamiento sangriento provocado en la Plaza del Congreso, la renuncia obligada del presidente constitucional Raúl Cubas y de un fallo absolutamente nulo de la Corte Suprema.

El golpe se dio bajo el supuesto que un gobierno oviedista – como lo era el gobierno de Raúl Cubas – traería infinitos males a la República del Paraguay y a la región. El funcionario estadounidense, Peter Romero, bajo cuya dirección se realizó la conspiración y el golpe de estado, había advertido al presidente Cubas que “se podía ser elegido contra la voluntad de los Estados Unidos pero que no se podría gobernar sin su apoyo”. El gobierno de William Clinton tenía negocios muy lucrativos con el Ing Juan Carlos Wasmosy, mediante la intervención de Mark Jiménez, el filipino que fue procesado en Estados Unidos por contribuciones irregulares al gobierno de Clinton y que además fue el inspirador de los negocios del presidente Espada de Filipinas.

Durante los primeros meses del gobierno usurpador, las tres embajadas, la de Estados Unidos, la del Brasil y la de Argentina, intervinieron directamente en los asuntos internos paraguayos, sustentando un gobierno que cada día daba más pruebas de su voracidad , su irresponsabilidad y su corrupción. La embajada de los Estados Unidos dejó de intervenir abiertamente después de la elección del Sr Bush, pero continuó haciéndolo de manera solapada. El trabajo sucio abierto correspondió, desde entonces, al Brasil. La Argentina, sumida en su catástrofe, se desentendió de la tutela tripartita.

El desastre paraguayo ya es inocultable, hasta para el gobierno estadounidense, que siempre juega mal y a destiempo en la América Latina. Por eso, está buscando un presidente para los paraguayos, que a ellos les parezca de perfil correcto. En esta tarea está ayudado por el Brasil, como siempre. Brasil se encarga de evitar que el Gral Oviedo venga al Paraguay, mientras el gobierno de los Estados Unidos busca el candidato ideal, que no es precisamente el que quieren los paraguayos.

Tal vez los Estados Unidos apuesten a un colorado honesto y probo o al ex empresario Pedro Fadul, hombre de la ICAR – Iglesia Católica Apostólica Romana capítulo paraguayo –pero no apostarán a ningún paraguayo que tenga mayoría por si mismo. Pese al fracaso estruendoso, la tutela seguirá, pero ahora bipartita.

¿Es legal la tutela? ¿Se trata de un nuevo imperialismo? ¿El Paraguay es  tan impresentable que necesita que otros marquen su derrotero y su destino?

    

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