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La estrategia de Franco

Alberto Vargas Peña (F. Libertad) 

14 de setiembre de 2000

 

El Dr. Julio César Franco aparentemente ha decidido esperar a que el gobierno se desplome por sus fisuras internas, sin darle bastonazo que el pueblo le pidió que le diera y que largamente se merece. En esto sigue la línea hipócrita de todos los candidatos paraguayos que juran no querer el gobierno para alcanzar el cual han luchado prácticamente desde su nacimiento.

El gobierno está herido y mal herido. Quizá esté ya herido de muerte y se encuentre boqueando en su último estertor. Aparentemente Franco lo sabe o lo intuye, y prefiere que se muera solo en vez de hacer un poco de eutanasia.

¿Qué ventajas le redundaría, por ejemplo, patear el tablero ahora, exigir la plenitud del poder a la que tiene legítimo derecho, y encontrarse con una situación tan crítica que su propia gestión quedaría comprometida? ¿ No sería lo mismo – dicen sus asesores – que arrojar una granada y enseguida correr hacia el sitio en donde probablemente explotará?

La crisis paraguaya es profunda y de solución difícil. Requerirá de mucho esfuerzo y mucho talento, además de mucho poder de  convencimiento, superarla o siquiera atenuarla. Si el Dr. Franco apura el desplome de un gobierno ya condenado, sin tener las soluciones de corto plazo a la mano, y el equipo destinado a llevarlas adelante preparado, correrá ciertamente el riesgo de ser aplastado por las fuerzas que se desatarán.

Vacilar, entretanto, tiene sus riesgos. El pueblo que lo eligió para presidir la República se está impacientando y el gobierno agonizante tarda en morir. Se cae a pedazos, pero cada uno de esos pedazos se agita, como la serpiente herida, con la electricidad remanente en sus nervios. La crisis se ahonda por segundos, y cada medida adoptada por lo que queda del gobierno es peor que la otra para los paraguayos.

No atacar la cabeza en estos casos, incluso puede ser fatal. La serpiente muerta ya, puede todavía, en un espasmo final, morder e inocular veneno.

Cuanto más se tarde en tomar las medidas adecuadas más esfuerzo se requerirá, más sacrificios habrá que pedir al pueblo, harto ya de tanto sufrimiento. No actuar puede parecer, a los ojos del pueblo, no una estrategia políticamente adecuada sino una traición.

Lo que hay que averiguar, y es muy difícil, es si el Dr. Franco ha

elegido ya la estrategia a seguir, o se trata simplemente de una actuación sobre la marcha, a lo que salga, inspirada en un “feeling” y no en el estudio minucioso de las posibilidades reales. Franco da una puntada – “soy el vicepresidente legítimo” – y luego la descose – “se trata de una cuestión semántica” – lo que aparentemente es un zizagueo y no el cumplimiento de un programa.

Si la prudencia de Franco es debida a una cuestión estratégica, bienvenida sea, a pesar de los riesgos que implica aparecer vacilante; pero si no es más que la conciencia de que no se tiene estrategia ni equipo para llevar adelante un programa, entonces se trata de un desastre.

         Franco no puede apoyar al gobierno porque este cae y lo aplastará con su caída; no puede exigirle que se vaya ya sin tener equipo para reemplazarlo, y no puede esperar desde la platea, porque el pueblo le reprochará su inacción. ¿Entonces...qué puede?

 

  

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