Sostienen
mis compañeros del programa Polémica al Mediodía que se
transmite por la emisora 9,70 AM, que la detención del Gral. Lino César
Oviedo forma parte del tutelaje evidente a que está siendo sometido
el Paraguay, considerado ya un país díscolo, perturbador e
inviable. El Brasil habría tomado la misión de hacer entrar en
razones a esta tribu turbulenta o de imponerle por la fuerza la
democracia y las buenas costumbres.
Lo
que comenzó el 15 de mayo de 1811 habría pues terminado el 11 de
junio del 2.000. Una dictadura vitalicia; dos tiranías terribles;
dos guerras internacionales; infinidad de golpes de estado; dos
revoluciones campales que fueron verdaderas guerras civiles y
finalmente una dictadura despiadada, fueron la historia de un país
cuyos habitantes jamás supieron convivir.
Después
de apenas diez años de escarceos democráticos los paraguayos hemos
vuelto a las andadas y parece que hemos terminado por cansar a todo
el mundo.
¿Será
que los brasileños, en connivencia con argentinos, uruguayos,
chilenos y estadounidenses, por fin nos van a poner un chaleco de
fuerza para educarnos a toda costa? ¿Será que por fin nos han
ganado la guerra que comenzó en diciembre de 1864 y ahora culmina?
Ya
nos ocuparon una vez la capital y cuando se fueron creyeron que
dejaban un país pacificado. Teníamos una Constitución libérrima,
pero seguíamos siendo los mismos. Nos llevó sesenta y seis años
destruir la Constitución y volver a lo de siempre. Ahora parece que
los Estados Unidos le ha encargado al Brasil que nos eduque o nos
aplaste.
Somos
los enfermos de Sudamérica, no cabe duda. No podemos sustentar
nuestra sociedad y vivimos de los préstamos externos. Ni siquiera
podemos sentarnos a conversar sobre economía para ver como podemos
hacer
algo de provecho.
No tenemos criterio, ni inteligencia ni nada.
Merecemos
que vengan los brasileños a patearnos el trasero y a imponer su
tutelaje.
Muchos
consideran bienvenido al tutelaje; la historia paraguaya no es más
que una larga sucesión de episodios sangrientos y sórdidos. Somos
ladrones y arrogantes; ignorantes y asesinos. Nos odiamos unos a
otros de una manera salvaje, como se odian las tribus vecinas, y
estamos dispuestos al canibalismo a la primera ocasión. Nadie es
peor enemigo de un paraguayo que otro paraguayo y solamente estamos
unidos cuando hay que cortarle la garganta a otro semejante.
No
sé si Brasil nos enderezará; lo dudo mucho. Tenemos una naturaleza
muy rebelde y muy turbulenta. Somos hijos de la indiada que ocupaba
estos territorios y de los españoles zafios y asesinos que llegaron
a esta tierra .
Hemos
sido educados bajo el imperio criminal de la Inquisición y nuestros
cerebros fueron moldeados en la obediencia abyecta o la arrogancia
cruel. Esto somos, a pesar que hemos idealizado nuestra estupidez y
hemos fabricado mitos interminables con nuestro inexistente valor.
Peleamos por salvajes, no por valientes, y nunca hemos tenido el
coraje de defender un principio.
Somos
de la ralea más baja, rastreros y rateros. Odiamos la excelencia y
que alguien descuelle
en alguna cosa. Todo tiene que ser mediocre, a ras del suelo.
Así
y todo, llegamos a ser independientes, y en algún momento libres.
Perversos
y despreciables, llegamos a ser distintos. Ahora parece que eso se
acabó. El mundo nuevo ya no puede tolerar esta tribu de salvajes
que se odian hasta la eternidad. Yo soy uno de estos salvajes que no
quiere el tutelaje, aunque me arranquen la piel mis odiados y
odiosos compatriotas. Cuando sea izada la bandera verdeamarilla
donde antes estuvo la tricolor, se me romperá el corazón.
Nuestro
destino de paraguayos era ya difícil e insoportable; tutelados por
el Brasil será fatal.
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