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GLOBALIZACIÓN NO ES COLONIZACIÓN

Alberto Vargas Peña (miembro de la Fundación Libertad)

Confieso que como libertario, soy partidario de la globalización en el comercio mundial. Alguna vez dije que la globalización entrañaba un peligro: que se pretendiese organizarla, sobre la base de un gobierno mundial que intentara regular su actividad. Ese temor, que no es mío solamente, hoy tiene más fundamento que antes, cuando la revolución del Internet hacía pensar en un mundo completamente libre.

El gobierno de los Estados Unidos de América, bajo la conducción de

Bill Clinton, pretende, por lo menos en Paraguay, que el concepto "globalización" sea sinónimo de "colonización" y que las naciones pequeñas pierdan soberanía y no ganen en libertad. Clinton se parece cada día más a Hitler.

¿Qué debe significar para el Paraguay la globalización, en mi opinión? La libertad de competir en el mundo entero y comerciar con todos y en todas partes. Bajo la bandera de la competitividad, convertirse en una nación desarrollada y feliz. Eso quiere decir administrada honestamente dentro de un régimen de libertad solamente limitada por libertades ajenas.

El gobierno estadounidense de Clinton quiere un Paraguay sometido a las directivas de los Estados Unidos, sobre todo en una cuestión que atañe exclusivamente a los Estados Unidos, que es la de las drogas. El Paraguay no es un país productor de drogas – salvo la marihuana que consume el propio Clinton – y no tiene por qué gastar una enorme porción de sus escasos recursos , ni agobiar a sus ciudadanos con controles propios de un estado policíaco, porque los estadounidenses son propensos al consumo de los alucinantes.

Con el pretexto de la lucha contra las drogas el gobierno de los Estados Unidos pretende dictar la conducta de los paraguayos en cosas tales como la elección de sus mandatarios, la libertad de su comercio y el manejo de su dinero. Pretende inmiscuirse en la vida privada de los paraguayos para impedir que sus ansiosos conciudadanos consuman drogas que los paraguayos no producen. Y no solamente lo pretenden, sino que lo hacen.

El gobierno de los Estados Unidos nos envía, cada tanto, un emisario que pretende dar o negar legitimidad a las decisiones paraguayas, y que con todo desparpajo opina sobre lo que le conviene o no a los paraguayos. El emisario habla de la Constitución paraguaya como si la conociera y pretende determinar la conducta de quienes se sienten oprimidos y hartos de un gobierno ilegítimo y usurpador y quieren sacarselo de encima de cualquier manera. Y esto no es globalizacioón sino colonización.

Si la globalización implica libertad, lo que hace el gobierno de los Estados Unidos es intentar colonizar al resto del mundo, a caballo de su supuesta lucha contra las drogas. Y digo supuesta porque es muy sorprendente que luego del inmenso gasto y de las personas recluidas en las cárceles, los estadounidenses consuman más drogas que nunca.

En el fondo, me parece, el gobierno de los Estados Unidos está utilizando la lucha contra las drogas para organizar el mundo exterior bajo su hegemonía, que no es precisamente la que ordena y manda su propia Constitución. Tal vez Napoleón, el cerdo libertario de la Granja de Orwell, se ha convertido ya en el Hermano Grande, de 1984.