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El odio de Clinton a Oviedo

Alberto Vargas Peña (Fundación Libertad)

13 de junio de 2000

  

Es increíble que un presidente de los Estados Unidos de América dedique tanto tiempo y dinero a perseguir y denostar a un ciudadano de una de las Repúblicas más pobres e insignificantes del mundo.

Sin embargo William Clinton, el moralísimo presidente de los Estados Unidos de América, no pierde ocasión de intentar aniquilar a Lino César Oviedo, al que le inventó un golpe en 1996, despojó de su título de general, condenó a diez años de prisión, arrebató una segura victoria presidencial en el

Paraguay y ahora arrojó a una mazmorra brasileña. ¿Cuál fue la ofensa tan imperdonable que le infirió Oviedo? ¿Fue acaso su rival en el amor de Paula Jones o Mónica Lewinsky?

Cualquiera con unos pocos datos puede armar una teoría a su gusto. Se puede decir, por ejemplo, que Oviedo evitó que los marines se  apoderaran del Paraguay, y que en 1996 se oponía tercamente a los negocios entre Wasmosy y Mark Jiménez, amigo y financista de Clinton; se puede decir, además, que Oviedo era la pantalla perfecta para encubrir el asesinato o la patraña del asesinato del Dr Luis María Argaña, organizados los CIA para derribar al gobierno de Raúl Cubas e instalar un gobierno títere en el Paraguay; se puede decir que ahora Oviedo es la víctima perfecta para aniquila a la ANR, que se muestra tercamente nacionalista y dirigista.

Se pueden decir mil cosas que expliquen el por qué William Clinton sataniza, cada vez que puede, a Lino Oviedo.

Será difícil saber la verdad. Lo único evidente es que Clinton, utilizando todo el poder de los Estados Unidos, no pierde ocasión para responsabilizar a Lino Oviedo de todo lo imaginable.

De Wasmosy no dice nada, a pesar que se trata de un ladrón de tomo y lomo, capaz de dejar pálido de envidia al propio Caco. De todos los tiranuelos y opresores paraguayos tampoco dice nada; le preocupa solamente Lino oviedo. ¿Por qué?

El negocio que pretendió frustrar Oviedo a Wasmosy y Mark Jiménez es muy, pero muy grande. Y parte de ese negocio beneficiaba a William Clinton. Grandes cantidades de dólares invertidos en las campañas del Partido Demócrata provienen de la venta de repuestos de computadoras al Brasil a través de Ciudad del Este. Un negocio de aproximadamente 300 millones de dólares anuales de beneficios netos.

El Partido Demócrata de Clinton se sintió realmente furioso cuando Oviedo amenazó el negocio. Oviedo incluso impidió la construcción de un segundo puente sobre el Río Paraná, que hubiera duplicado las ventas. Absolutamente imperdonable.

Estados Unidos son la potencia dominante, hegemónica en el mundo, y su presidente tiene un poder extraordinario en lo que se refiere a acciones externas. Nadie lo controla. Clinton, cuya moralidad es igual a cero, decidió aplastar a todo aquel que no se aviene a sus designios.

El pobre Oviedo, inadvertidamente, se puso en su camino. Y está en trance de ser aplastado.

¿Qué me importa a mí de Oviedo? Personalmente nada; políticamente menos.

          Lo que importa es que es un símbolo: Si Clinton puede hacer con Oviedo lo que quiera, sin que nadie diga nada, también puede hacerlo conmigo y con cualquiera, y eso es intolerable. Oviedo podrá ser un mesiánico y un dictador en potencia, pero ahora Clinton lo ha convertido, para los paraguayos al menos, en símbolo de la independencia.

 

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