Quienes no están de acuerdo con mi programa de reactivación
económica y reforma del Estado, que son dos cosas diferentes, parten de una base que
consideran sagrada: la supuesta "necesidad del Estado" que les obliga a recaudar
cada día más. ¿Cuáles serían esas necesidades sagradas, intocables y eternas?
La primera la defensa nacional, con lo que concuerdo. Soy partidario de
unas FFAA profesionales altamente operativas, capaces de cumplir sus misiones
constitucionales con eficiencia. La segunda, la educación. Aquí comienza la
discrepancia; yo creo que la educación es tan importante que debe hacerla el sector
privado. La tercera, la salud. Una nueva coincidencia. Un pueblo enfermo no puede ser
libre ni digno ni desarrollarse. ¿Y después?
La "necesidad" de la que no se habla, es la de aumentar la
burocracia prebendaria y clientelista sin solución de continuidad. Como la burocracia en
aumento es el resorte preferido de los políticos para su supervivencia, esta parece ser,
en realidad, la primera y única "necesidad". Es la que crece y la que no se
puede dominar, por lo menos bajo este sistema de gobierno y de pensamiento.
Mi proyecto afecta terriblemente a esta última "necesidad".
Yo propongo bajar los impuestos a la mitad, indiscriminadamente, tanto los directos como
los indirectos, y fijar un tope a la carga pública, que no debería pasar del 10%.
Esto, en la actualidad, hará que la recaudación aumente en forma
apreciable y se recaude mucho más que lo que se recauda hoy, pero requiere, además,
medidas adicionales. Hay que bajar la burocracia de 30 personas a 10 por cada mil
habitantes. Un recorte substancial, y evitar que la relación se dispare hacia arriba. La
tecnología permite disminuir todavía la relación 10 por mil.
La baja de los impuestos es una medida conocida y ya fue ensayada en el
Reino Unido bajo el gobierno de Margaret Thatcher; en los Estados Unidos bajo Ronald
Reagan; en el Japón; en Singapur; en la Argentina con Cavallo, con enorme éxito. Es una
medida reactivadora, tal vez la única en las condiciones actuales de la economía
paraguaya. La disminución de la burocracia es otra cosa, y requiere la transformación
del Estado dirigista, prebendario, clientelista de la partidocracia al Estado eficiente,
controlado, limitado y no intervencionista de la democracia.
En el Paraguay, los "reformadores" han presentado un
sinnúmero de propuestas que nada tienen que ver ni con la reactivación ni con la
verdadera reforma; son disposiciones de organización, que deben ser llevadas adelante con
cualquier tipo de Estado. No son en realidad medidas de cambio, del sistema
partidocrático al democrático, y por consiguiente son apenas formales, y no de fondo.
El fracaso paraguayo tiene bases muy sólidas y su formación obedece a
causas complejas que se remontan a la época colonial. La mentalidad mayoritaria paraguaya
ha sido moldeada en el espíritu de la obediencia, en la consciencia de la soberanía
ajena, y el la deificación de la autoridad.
La democracia es un anhelo paraguayo que hace temblar a los mismos que
la desean. El paraguayo no se siente soberano, dueño de su destino ni responsable de sus
actos. Desea ser libre, pero queda aterrado ante las consecuencias de la libertad. Por eso
sus propuestas de cambio no son tales, son más de lo mismo con un disfraz diferente cada
vez.
Yo no creo que mis propuestas, que dicho sea de paso son las únicas
conducentes, tengan la menor respuesta. Y creo que seguiremos, hasta las calendas griegas,
reclamando algo que no deseamos tener.