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El último estertor del nacionalismo

Alberto Vargas Peña (F. Libertad

09 de mayo de 2001

Si Otto von Bismark se levantase hoy de su tumba, volvería a caer en ella fulminado por una realidad: Deutschland ya no existe, y mucho menos "ubre alles". Lo que existe es una Unión Europea que cada vez se integra más. Los Estados Unidos de América son el ejemplo de las uniones de estados, e, inevitablemente consolidarán, más tarde o más temprano, una Unión Americana que se extienda desde el Artico hasta el Antártico. El viejo nacionalismo de las naciones - o la Europa de las Patrias de la que hablaba De Gaulle - ha muerto para dejar el paso a una globalización parcelada en varias inmensas uniones que terminará, casi con certeza y en menos de un siglo, en una verdadera nación universal.

         El peligro de la globalización es el gobierno universal. Si la libertad triunfa y los controles absurdos son arrasados, el planeta se encaminará hacia una edad de oro que nunca antes ha vivido; si el gobierno universal es el gobierno de los burócratas y los controladores, entonces la globalización creará las condiciones para una resurrección violenta y salvaje de los nacionalismos.

         El nacionalismo ha muerto, tal como se lo conoció desde el siglo XIX , pero las semillas de su resurrección están latentes. Si el gran motor de la humanidad es la libertad, su ocaso provocará el estallido que volverá a atomizar las poblaciones del planeta y hará renacer esa doctrina nefasta que fue el nacionalismo.

         Por el momento, sin embargo, el mundo se encamina hacia las grandes uniones y hacia la caída de las fronteras y de los controles que ellas traen aparejados. La globalización significa nada más que comercio libre a escala planetaria, tal y como querían los doctrinarios ingleses del siglo XIX. Dentro de este esquema y mientras no se instaure una burocracia tipo FMI o Banco Mundial, el mundo liberado avanzará hacia el enriquecimiento de todas las sociedades. El ser humano será igual en todas partes, tendrá los mismos derechos, las mismas obligaciones y las mismas oportunidades. Un paraguayo podrá viajar sin visas ni cortapisas a Nueva York y trabajar allí sin que nadie le imponga nada que los neoyorkinos de cuna no soporten. Y un neoyorkino podrá viajar a la Argentina o al Paraguay sin que nadie le diga, en ningún caso "yankee, go home", porque la "home" será el planeta.

          Dentro de esta tendencia universal,¿ puede un partido nacionalista, imponer sus ideas a un país pobre y casi deshauciado, enfrentándose al destino universal? Lamentablemente creo que puede y que si triunfa en sus ideas logrará poner a ese país al margen del desarrollo, dejandolo postrado y en su pobreza durante el tiempo que dure su hegemonía. El Paraguay corre ese peligro porque el partido que lo gobierna, y que ostenta mayorías substantivas aún en los demás partidos, es nacionalista a la manera de Bismark. No han aprendido nada durante los setenta años de hegemonía, ni han sacado conclusiones que les permitan conocer el origen del desastre al que condujeron al país.

 

    

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