El
Dr. José Bellasai pasa por ser, si no una eminencia médica, por lo
menos un facultativo respetable. Por esa razón la autopsia del cadáver
del Dr. Luis María Argaña que llevó a cabo irregularmente
porque no es médico forense ni patólogo fue aceptada sin
discusión por casi todo el mundo.
El
Dr. Bellasai hizo la autopsia; el Dr. Bellasai es un médico
respetable; luego la autopsia debe estar bien hecha. Mucha gente
dijo: Del Dr. Bellasai no se puede dudar. ¿ Por qué? Yo no sé,
y por eso dudé desde el mismo principio.
El
Dr. Bellasai no examinó la herida lineal de ocho centímetros que tenía
el cadáver y que fue mencionada en la historia clínica del
Dr. Argaña realizada en el Sanatorio Americano. No le dijo al juez
de qué clase de herida se trataba, que músculos seccionó
aunque solamente pudo haber seccionado un solo músculo,
el dorsal ancho que profundidad tenía y que instrumento
cortante pudo haberla causado.
Está
bien que no haya dicho por qué se le infirió esa herida o al Dr.
Argaña o su cadáver, pero todo lo otro debió decirlo.
El
Dr. Bellasai no examinó el estómago del Dr. Argaña ni mencionó
que alimentos encontró allí para establecer, sin genero de dudas,
la hora dela muerte. Tampoco mencionó que bala alguna lo haya
perforado, y eso que se encuentra en el camino de la trayectoria que
él señaló para la bala mágica que él consideró la culpable de
la muerte del Dr. Argaña.
El
Dr. Bellasai no examinó el hígado del cadáver, para establecer si
había en él glucógeno o glucosa o docimasia hepática negativa.
En el primer caso se puede hablar de una muerte súbita y en el otro
de una lenta, con agonía. Esto es muy importante, dice el prof. Dr.
Nerio Rojas en su obra Medicina Legal. El hígado le fue regalado a
la familia del muerto.
El
Dr. Bellasai no examinó el cerebro para ver el grado de oxigenación
y saber, mediante ese expediente, la hora aproximada del deceso.
Bellasai hizo una autopsia que buscó demostrar que las heridas
superficiales del Dr. Argaña fueron mortales, sin dar explicaciones
acerca de el tipo de balazos que recibió, las lesiones causadas en
la epidermis que podrían demostrar la distancia de los disparos y
si ellos hicieron impacto en una persona viva o en una persona
muerta.
Por
supuesto que sin un examen a fondo del cadáver del Dr. Argaña,
cuyos órganos principales ya no están en poder de la Justicia, es
imposible saber si lo murió de muerte natural en algún momento a
partir de las seis de la tarde del día 22 o realmente fue victima
de un atentado a las 0840 del día 23 de marzo de 1999.
Para
estar seguros hay que exhumar el cadáver y volver a hacer la
autopsia, recla mar los órganos faltantes, hacerles la prueba de
ADN para saber si son de Argaña y no de cualquier otra persona, y
todo con patólogos especializados, que actúen con probada
independencia.
Hay
muchas razones para creer que Argaña no murió en el supuesto
atentado, que costó la vida a su guadaespaldas que no se defendió
para nada, como si hubiera estado esperando un simulacro que lo
dejara vivo.
Aparentemente el conductor, que estaba armado y no defendió a su
conducido ni tampoco reaccionó para defenderse él, salvó la vida
porque se dio cuenta que eran circuitos que cerrar y escapó como un
conejo, refugiándose en una casa vecina. Pero las razones para
creer en un simulacro son hasta ahora circunstanciales. Una
autopsia, esta vez completa, puede develar el misterio.
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