El
Paraguay es una dictadura perversa que se esconde tras una fachada
democrática. Curiosamente no es una dictadura del titular del
Ejecutivo, sino del titular de la logia más poderosa del país: Los
barones de Itaipú.
El
Senado se encuentra totalmente en manos del dinero del Ing. Juan
Carlos Wasmosy, y sus miembros más conspicuos figuran en su nómina.
El actual presidente Juan Carlos Galaverna de la ANR; los senadores
Paz Castaing y Luis Alberto Mauro, del Partido Encuentro Nacional;
los senadores Evelio Fernandez Arévalos, Luis Guanes Gondra, José
Felix Fernandez Estigarribia y Francisco José de Vargas, del PLRA y
los senadores de su propio movimiento político.
En
Diputados figuran en su nómina todos los diputados del PEN. El
Poder Judicial en su mayoría se encuentra en manos de dos aliados,
Juan Carlos Wasmosy y Domingo Laíno.
La
prensa, fuera del diario ABC Color donde también tiene
wasmosistas como Pepa Kostianovsky está prácticamente a sueldo
de Wasmosy. CERNECO, que es una organización fascista que
monopoliza la bolsa de avisos, responde ciegamente a Wasmosy a través
de Humberto Rubín, Carlos Jorge Biederman y Pascual Rubbiani. Las
agencias publicitarias independientes han sido aplastadas. Wasmosy
es además, dueño de gran parte de las Fuerzas Militares, cuyos
oficiales superiores están abiertamente a sueldo del hombre más
adinerado de Sudamérica.
Sin
Poder Legislativo, sin Poder Judicial independiente y sin prensa
honesta, el Paraguay obedece las órdenes de Juan Carlos Wasmosy,
que ha sabido crear, gracias a las tonterías, inconsecuencias y
trampas de la Constitución de 1992, un círculo perverso que le
otorga un poder casi absoluto, tan grande o mayor que el que tenía
Alfredo Stroessner.
Lo
perverso de este sistema es que aplasta sin necesidad de mostrar el
guantelete de hierro. Los periodistas libres e independientes son
perseguidos, no por la policía sino por CERNECO, que hace saber a
los propietarios de diarios, que tiemblan como hojas en la tormenta,
que no habrá avisos si no tratan los temas como ellos quieren que
se los trate. Este sistema fabrica golpes ficticios, destroza
candidatos, hunde a personas decentes, calumnia y hace lo que
quiere.
La
opinión pública internacional no se percata acerca de lo que
ocurre en el Paraguay porque sus dirigentes o están engañados o
son cómplices; nadie quiere comprometerse en los problemas ajenos,
sobre todo cuando tiene muchos problemas propios.
El
círculo perverso paraguayo, sostenido además por el presidente
Clinton de los Estados Unidos de América, que ha recibido dinero de
Wasmosy a través del común amigo Mark Jiménez, es prácticamente
indestructible.
Wasmosy
ha logrado, con su dinero, lo que nunca logró Alfredo Stroessner
con su poder: La certificación internacional. Y la farsa de
democracia que presenta al mundo, es aceptada casi sin análisis ni
discusión.
Alfredo
Stroessner era un tirano que oprimía y reprimía; Juan Carlos
Wasmosy es un déspota ladrón que corrompe. Donde Stroessner ponía
la violencia Wasmosy pone el dinero. El resultado es el mismo; los
paraguayos no son dueños de su destino.
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