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EL PAPEL DE LOS OBISPOS

Alberto Vargas Peña (miembro de la Fundación Libertad)

Según la Constitución, el Paraguay es un estado laico, separado de todas las confesiones religiosas. Sin embargo, los jerarcas católicos parecenconsiderar, como muchos, que la Constitución no existe, y que susnormasson simplemente indicativas y no de cumplimiento obligatorio.

Los obispos católicos no son ciudadanos. No pueden votar, ni ser elegidos. Pertenecen a una nacionalidad diferente, que es la vaticana. Obedecen – y deben hacerlo ciegamente – las ordenes que provienen del Vaticano, y que responden a intereses que no son los intereses nacionales.

En ese sentido no tienen ningún papel político que jugar en la República del Paraguay. La Iglesia Católica Apostólica Romana no ha dado muestras, a través de la historia, de haber sido sabia en lo referente a la política o la economía, y mucho menos a la economía política.

En su etapa original adscribió al absolutismo más absoluto y defendió el "derecho divino" que incluso hacía posible la servidumbre de la gleba. Sus teorías económicas coincidían con las del Príncipe y defendía la intangibilidad de las riquezas acumuladas a raíz del despojo y la opresión.

Después de la Revolución Francesa, que puso fin al "derecho divino" la Iglesia Católica condenó al liberalismo que estaba proporcionando riqueza a las naciones y desarrollo a las sociedades.

Las ideas económicas sustentadas por la Iglesia Católica desde Benedicto XV en adelante, si hubieran sido escuchadas, hubieran sumido a la humanidad en un estancamiento permanente.

Gracias a que no se la escuchó, la humanidad progresó en dos siglos siete veces más que en los mil ochocientos años anteriores. Una cosa es irrebatible; el conocimiento humano se detuvo en el año 400 de la Era Cristiana, y solamente volvió a echar a andar a partir del Renacimiento, cuando la humanidad comenzó a alzarse contra la Verdad Revelada.

Hoy la "Doctrina Social de la Iglesia" recoge en gran medida todas las desatinadas teorías económicas que hicieron que la humanidad no pudiera acumular riquezas ni vivir en libertad.

Y esas doctrinas están siendo presentadas hoy a un pueblo hambriento y hasta miserable, como una panacea, cuando en realidad son las responsables de su infortunio.

Es menester poner en claro esta situación porque los paraguayos tienen que progresar; tienen que crear riquezas; tienen que acumularlas y tienen que romper las cadenas que los hacen inevitablemente pobres y oprimidos.

Eso no es posible si la economía no es dejada en libertad y no se abandona el nefasto sistema del patronazgo, en el cual todo se espera que venga del cielo.