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El problema económico

Alberto Vargas Peña (F. Libertad) 

04 de diciembre de 2000

  

En el fondo, el problema económico paraguayo es sencillo de describir. Su sociedad no crea suficiente riqueza para auto sustentarse. Con un crecimiento vegetativo real del 3.5% anual, acumulativo, su población aumenta tres veces más que su producto interno. De este modo, cada año, ingresan al desempleo, la desesperación y el empobrecimiento, aproximadamente unos sesenta mil jóvenes. Esta es la ecuación de la pobreza que hay que revertir. La solución es aparentemente fácil. La economía paraguaya debe crecer un 10% anual acumulativo durante por lo menos una década para salir de la pobreza.

Lo grave del caso es que en el Paraguay nadie quiere atender a la razón ni a lo razonable. Hay países que estando en la misma situación han logrado crecimientos substantivos. Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong lo han logrado la década anterior y China, en las regiones libres, lo está logrando ahora. Shanghai crece a un 12% anual cómodo. Sin embargo, las fórmulas aplicadas en esos países y regiones “no sirven” según los protagonistas del quehacer paraguayo, que se encuentran enfrascados en una lucha tenaz para ver quien propone la idea más absurda.

Los paraguayos creen que la “agricultura” salvará al Paraguay, pero creen que la agricultura significa dejar que la tierra produzca sola. Entonces, cuando la tierra produce poco y mal, piden auxilio del Estado para que se le garanticen precios imposibles. Como no pueden conseguir los precios solicitados, comienzan a pensar en la destrucción del mercado. Y así, hasta las calendas griegas.

La agricultura podrá salvar al Paraguay en la medida que se  competitiva; de otro modo no lo hará. Si una cebolla paraguaya no resulta igual de buena que una argentina y más barata por estar más cerca, no habrá poder humano que haga que se pueda vender.

La solución del problema se encuentra en la liberalización total de la economía. Su desregulación y una acción estatal para dotar de infraestructura a las regiones productoras, con el objetivo de abaratar el costo-país. Esto, que en el papel parece fácil, ni lo ha sido en ninguna parte, y en el Paraguay es casi imposible.

Baste un dato: Con lo que los funcionarios públicos han robado desde 1989 a esta parte, se hubiera podido dotar de rutas asfaltadas a todas las capitales departamentales y caminos de todo tiempo a todos los centros productores, haciendo que el endeudamiento público pudiera ser fácilmente pagado.

Como quiera que el Paraguay es una partidocracia, el latrocinio es impune y todo está organizado para que permanezca absolutamente incólume.

¿Puede el Paraguay, todavía, ser un país viable?   Teóricamente si puede; en la práctica, si se ha de analizar la cuestión con  racionalidad y objetividad, no. Es decir, si varían las condiciones el Paraguay puede salir del pozo y continuar siendo independiente; si no varían – y no hay visos de que puedan variar dada la supuesta elite existente – no.

El problema económico tiene solución, pero el problema político, que es el que determina si las medidas que tiendan a dar solución serán tomadas, aparentemente es insoluble. En la situación paraguaya actual, los pensadores racionales en el mundo pensarían en una única salida: La revolución.

         ¿Por qué la revolución? Porque es la única forma de desatar el nudo gordiano y hacer borrón y cuenta nueva. Pero tampoco esa solución está al alcance de los paraguayos.

    

   

    

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