Hace
unos días el juez interviniente en la causa del supuesto asesinato
del Dr. Luis María Argaña toda la información médica
disponible en el expediente conduce a pensar que el Dr Argaña murió
de muerte natural unas horas antes del fusilamiento sobreseyó
libremente al gobernador de Amambay, Victor Paniagua, en razón que
se demostró que la reunión en la que se habría tramado el
supuesto asesinato nunca existió. Hay varios procesados por culpa
de esa reunión inventada, como Conrtado Pappalardo Zaldívar y el
propio Lino César Oviedo.
Si
la reunión no existió, tampoco existió la conjura y si no existió
la conjura ¿cómo es que uno sale sobreseído y los otros continúan
procesados?
En
el caso Argaña, fuera del testimonio falso de Gumersindo Aguilar,
no hay constancias que se haya cometido un crimen. La historia clínica
del Sanatorio Americano, firmada por los doctores García Varessini,
Benítez, Frachi y Ayala dice que una persona lleno sin signos
vitales al Sanatorio y que examinada presentaba cinco heridas de
bala y una herida lineal de ocho centímetros en la espalda y sangre
negra coagulada en los pulmones y el corazón, lo cual se produce,
cuando no hay milagros, unas cuantas horas después de producida la
muerte.
No
da recorridos de ninguna bala y en el expediente figura que los
orificios de la camioneta no corresponden con los presentados por el
cuerpo. Con estas evidencias no se sabe si el Dr. Argaña murió en
el sitio de su fusilamiento público, o mucho antes, o si murió de
bala, de una puñalada por la espalda, por envenenamiento de cianuro
respirado o por un simple infarto.
Con
estas evidencias y el testimonio indubitablemente falso de
Gumersindo Aguilar el juez pone en la cárcel a muchas personas y
las llena de oprobio. La prensa desata una campaña feroz y la mitad
de Paraguay es perseguida.
Pero
lo vil de toda esta cuestión no está siquiera en que se haya
acusado y encarcelado a inocentes por un crimen que nadie puede
saber si existió o no, porque los encargados de suministrar
evidencia científica se encargaron de hacerlas desaparecer. No, la
vileza consiste en exigirles ahora a los encarcelados y torturados
que acepten hacer campaña política por sus verdugos para que se
les reconozca la inocencia.
Esto
no había pasado jamás en el Paraguay. Nunca nadie había
perseguido a un adversario político con el fin de someterlo a sus
designios y encadenarlos a su carro. La dignidad humana, en este
caso, ha sido pisoteada en forma inédita, y lo lamentable del caso
es que se ha utilizado la Justicia para mancillarla.
Hay
tiranos terribles, que son grandes aún en su maldad, y hay tiranos
viles, que son pequeños aún en los peores crímenes. La vileza es
la condición de los rastreros, de la gente que jamás y por ningún
motivo adquirirá estatura.
El
Paraguay se encuentra ahora en manos de gente vil, que no vacila en
efectuar los peores actos con el fin de mantenerse unos días más
en el poder que usurparon de la mano de gobiernos poderosos. Y el
peor acto de todos, el de mayor vileza, es el de negar los derechos
de la persona humana para luego exigirle que se comporte sin
dignidad.
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